Se trata de Bae Suah y lo hace a través de su primera novela traducida al español, El restaurante de Sukiyaki. La poco convencional narradora aborda las consecuencias de la pauperización que sufrió la economía de su país tras la crisis financiera de 1997, que dio origen a la "generación FMI".
La surcoreana Bae Suah aceptó el encargo de una revista de interés general para escribir un ensayo breve. Pero lo que envió fue, más bien, un texto literario incómodo por lo contundente: un ex profesor universitario llamado Ma y su mujer, Dohn Kiongsuk, reciben la visita de la primera esposa de él, Park Jeyon. La pareja –los dos, desocupados– habita un departamentito lleno de basura en la periferia de Seúl. Del hombre no queda más que un esqueleto que sólo sale de la cama para averiguar si hay comida.
Según consignó Tiempo Argentino, de ella se sabe que alguna vez tuvo un buen trabajo y algunos proyectos; pero ahora es una persona entrada en carnes que, cansada de los balbuceos de su marido, le hunde en la boca un trapo con olor a pis de gato, con el que casi lo ahoga. El hombre insiste con que quiere comer sukiyaki, un plato hecho a base de carnes y verduras cocidas al vapor. Su esposa Dohn termina arrinconando a la ex de Ma para que les deje dinero con la idea de ir a un restaurante cercano. "Yo he presentado esa escena de una manera un tanto radical", reconoció Suah en un texto posterior. Y agregó: "Ma, que ha perdido todas sus virtudes a causa de una enfermedad, no sólo ha descendido en términos socioeconómicos sino que su mente en sí ha colapsado. Confieso que no soy una escritora que en general disfrute con este tipo de descripciones tan extremas".
El editor de la revista quedó tan impresionado que le envió una carta avisándole que el relato no se publicaría. Sin embargo, allí estaba el inicio de El restaurante de Sukiyaki, la primera novela de esta autora surcoreana que se traduce directamente al español y que acaba de publicar Bajo la Luna.
Con su flequillo cuadrado y una voz suavísima, Suah pasó discretamente por la reciente Feria del Libro de Buenos Aires. Considerada una de las escritoras menos convencionales de Corea, nació en Seúl en 1965, se graduó en Química en la Universidad Femenina Ewha, y comenzó a publicar sus primeros relatos en 1993. Su formación literaria no tuvo que ver con la academia sino con escribir de manera incansable mientras era funcionaria de migraciones en el Aeropuerto de Seúl. Finalmente en 2001 se mudó a Berlín, donde trabaja como traductora y donde vive la mayor parte de su tiempo.
Aunque aquí no es particularmente conocida, sí lo es en su país de origen, donde hay quienes la aman por el aire fresco que le imprimió a la literatura –es autora de otras cinco novelas y varios volúmenes de cuentos– y quienes la detestan porque se mete con un tema espinoso: el fracaso de la utopía económica y también el de un estilo de vida que prometía una prosperidad permanente. De hecho, sus textos indagan el cambio estructural que vivió su país desde la crisis financiera de 1997, equiparable en cierto punto a lo que fue el estallido de 2001 acá. Como resultado, en Corea existe lo que se dio en llamar "la generación del FMI", ya que el gobierno debió recurrir al auxilio financiero del Fondo Monetario Internacional (una historia conocida en estas pampas, al menos hasta 2003). Esto se tradujo en condiciones laborales que se tornaron inciertas; en vínculos familiares hechos trizas; y en un prestigio que cayó al vacío, como en el caso de Ma.
El restaurante de Sukiyaki retrata ese momento a través de diecisiete personajes (todo un trabajo de orfebrería) que construyen un relato coral donde se evidencian las consecuencias de un tejido social roto. Ha sido considerada, además, una "novela sobre la pobreza". Durante la charla que dio en Buenos Aires, Suah buscó desmarcarse de esta idea y aseguró que, en definitiva, el deseo, el consumo y la ambición que atraviesan a estos hombres y mujeres son inherentes a la vida urbana contemporánea. "Yo no soy socióloga ni economista, ni tampoco podría serlo. En mi condición de escritora, no me intereso por la justicia social relacionada con la distribución de la riqueza ni ese tipo de cuestiones, ya que no sé bien qué es la justicia. Mi actitud al escribir más bien prescinde de cualquier intención de mejorar al ser humano, porque no sé qué es lo mejor para él", explicó.
Los personajes de Suah nada han heredado de ninguna sabiduría venida de las épocas de Confucio. Por el contrario, se hamacan angustiosamente entre el crecimiento económico de los ochenta y los tiempos de transformación posmoderna en la década siguiente, que acabaron en la ruina cuando el país colapsó.
Hay quien tildó a Suah de "apátrida". De hecho, el sukiyaki es un puchero de ternera al estilo japonés que en la novela es casi un detalle accidental. Ella se ha reído de esos calificativos y ha explicado que su compromiso es con la escritura, no con las buenas conciencias de su país. Y dijo: "Quizás la pregunta que con mayor frecuencia reciben los escritores es '¿Qué es lo que pretende decir usted con esta obra?'. Si hay una intención, no es más corta que el conjunto de frases de la novela. Es más, mi intención no existe desprendida de la novela. Y más aún, a pesar de que no exista, yo niego cualquier intención inexistente. Pienso que eso es la literatura".
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