Et in litteris ego


Siempre me ha llamado la atención el extraño fenómeno de convergencia que se produce, al menos en mi caso, no sé en los de mis colegas, mientras se escribe un libro.
     La obra que en ese momento tengo entre manos se convierte en un mecanismo de succión literaria, en una especie de remolino o sumidero hacia el que fluyen, por él atraídas y absorbidas, decenas de frases procedentes de las lecturas realizadas al hilo de la escritura.
     Citaré algunas... Todas ellas proceden del segundo volumen de Diarios (2004-2007) (Pepitas de Calabaza, Logroño, 2011) de Iñaki Uriarte, escritor del que nada sabía hasta el momento de abrir ese libro, cosa que hice, ¡vaya por Dios!, el mismo día de 2010 en que me puse a escribir Galgo corredor. Tal es, por cierto, el título de esa parte de mi egografía, aún por terminar. Lleva adosado un subtítulo: Los años guerreros (1952 a 1964).
     A saber...
     "Borges, en Profesión de fe literaria:
     "Este es mi postulado: Toda literatura es autobiográfica (...) El personaje que importa en la novela pedagógica El Criticón (...) es el fraile Gracián (...) Asimismo nuestra cortesía rinde credulidades a Shakespeare cuando éste infunde en cuentos añejos su palabreo magnífico, pero en quien creemos verdaderamente es en el dramatizador, no en las hijas de Lear (...) He declarado ya que toda poesía es plena confesión de un yo, de un carácter, de una aventura humana. El destino así revelado puede ser fingido, arquetípico (novelaciones del Quijote, del Martín Fierro, de los soliloquistas de Browning, de los diversos Faustos), o personal: auto-novelaciones de Montaigne, de Tomás de Quincey, de Walt Whitman, de cualquier lírico verdadero. Yo solicito lo último".
     Y un poco más adelante...
"Yo (por Iñaki Uriarte), que tantas veces digo yo, comparto, como el joven Borges, "nuestra codicia de almas, de destinos, de idiosincrasias, codicia tan sabedora de lo que busca, que si las vidas fabulosas no le dan abasto, indaga amorosamente la del autor". Ahora acaban de salir dos libros escritos por las criadas de Borges y Proust: Fanny y Céleste. Voy a ir rápida y amorosamente a comprarlos".
     Y aún...
"En el siglo IV san Agustín dijo que a Dios había que buscarlo dentro de uno mismo y no en el mundo exterior. Entonces decidió contar su vida de pecador juvenil y su conversión al cristianismo. Ni a Cardano, ni a Cellini, ni a Montaigne les movió nada parecido. Narraron sus vidas muy ufanos de ellas, sin arrepentirse de nada, porque se les ocurrió hacerlo así.
     "Lo inaudito es que hasta san Agustín apenas se hubiera escrito casi nada en primera persona del singular y que tuviesen que pasar más de mil años hasta que alguien volviera a hacerlo. Esto quiere decir que no tenemos ni idea sobre cómo fueron los hombres del pasado.
     "Cardano escribió Mi vida en 1576, un año antes de morir. Dijo que quería imitar a Marco Aurelio, cuyos Pensamientos acababan de conocerse. Pero de eso, nada. Compuso un libro muy íntimo, mucho más lleno de detalles particulares que de grandes pensamientos moralizantes y dejó una de las primeras imágenes en letra impresa de un individuo: el autorretrato emotivo y vivísimo de un tipo estrafalario, inteligente, difícil de tratar.
     "Unos pocos años antes Cellini había tenido la ocurrencia de dictar su vida a un joven ayudante mientras trabajaba en el taller. El resultado fue otro libro extraordinario: De vita propia, que se lee como una novela moderna y enseña más sobre aquella época final del Renacimiento que veinte enciclopedias de historia del arte.
     "Montaigne no leyó ni a uno ni a otro (el libro de Cardano se publicó en 1663 y el de Cellini en 1728). Pero en los mismos años de finales del siglo XVI escribió sus Ensayos, lo que él consideró "el único libro de su especie en el mundo". Tal vez no fuera rigurosamente así. En Cardano ya hay muchas cosas que recuerdan a Montaigne, pero él no lo sabía.
     "De esa especie de libros, motivados por la descripción y expresión de la individualidad, ha derivado una literatura frondosísima de la que estos apuntes no son más que el último mono subido en la última rama".
     Bueno, bueno... El antepenúltimo, amigo Iñaki, porque Trapiello sigue, volumen tras volumen, con su espléndido Salón de pasos perdidos y ahora llego yo.
     Discúlpame, por cierto, tan larga cita. No sé si estoy infringiendo las severas normas del copyright. Quizá sea piratería. Podemos arreglarlo, si te parece, invitándote yo, o mejor los de Planeta, a una panzada de ostras con Dom Perignon, a no ser que lo uno o lo otro, o ambas cosas, no sean de tu agrado. Cava, no, por favor. Prefiero, incluso, el txakolí, que no es gran cosa, aunque mejor sería una botella, o dos, de vino de Alsacia, muy seco y muy frío, si no tienes inconveniente.
     Te confieso que nunca había oído hablar de Cardano, pese a contar en mi curriculum con una licenciatura en Filología Italiana. Voy rápida y amorosamente a comprar su libro, aunque de sobra sé que será difícil encontrarlo, y luego me iré un ratito a Salamanca, como si fuese uno de esos periodistas aparentemente ignaros de que todo el mundo -políticos, cantantes, empresarios, deportistas, cortesanas, narcotraficantes, actores, malhechores...-, y no sólo los escritores, son gente dada a escribir memorias. ¿A qué viene entonces tanto asombro?
     Vale ya. Lo dejo aquí.
     Consciente soy de haber transgredido uno de los preceptos de Hemingway. Ése que dice: "no tratéis de explicaros".
     ¡Pues qué le vamos a hacer!

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