Biografía de Óscar Acosta

Óscar Acosta 

Óscar Acosta (Tegucigalpa, 14 de abril de 1933 + 16 de julio de 2014) nació en el Barrio Las Delicias de la ciudad de Tegucigalpa en 1933 y falleció en la misma ciudad-capital el 15 de julio de 2014. Se desempeñó como Jefe del Departamento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras; fue Director de las revistas “Honduras Literaria”, “Revista de la Universidad” y “Extra”; miembro del Consejo Editorial y Jefe de Redacción del diario “El Día”. Fundó la Editorial Nuevo Continente en Tegucigalpa, presidió la Asociación de Prensa Hondureña (APH) y fue Presidente de la Academia Hondureña de la Lengua.
Entre otros galardones recibió el Premio de Poesía “Rubén Darío”, en Managua, Nicaragua, en 1960; el de Ensayo “Rafael Heliodoro Valle” otorgado por la UNAH en 1961; Juegos Florales de Quetzaltenango, en Guatemala, también en 1961 y el Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa” en 1979.


El poeta Acosta Zeledón publicó las siguientes obras:
“Responso al cuerpo presente de José Trinidad Reyes”, (Poesía), Lima, Perú, 1955; 
“El Arca” (Cuentos breves), Lima, 1956. 
“Poesía Menor”, Lima, 1957; 
“Tiempo Detenido” (Poesía), San Salvador, El Salvador, 1962;  
“Rafael Heliodoro Valle, vida y obra” (Ensayo), Tegucigalpa, 1964; 
“Mi País” (Poesía), San José, Costa Rica, 1971 y numerosas antologías y artículos periodísticos.

Su obra ha sido comentada favorablemente por escritores nacionales y extranjeros, entre ellos podemos mencionar a los siguientes: Rafael Heliodoro Valle, Medardo Mejía, José Luis Quesada, Helen Umaña, Hernán Antonio Bermúdez, Ramón Oquelí Garay y Eduardo Bähr, para citar unos pocos. Entre los autores extranjeros se hallan, por ejemplo, Alfonso Reyes, Miguel Ángel Asturias, Gerardo Diego, Pablo Antonio Cuadra, Isaac Felipe Azofeifa y Sebastián Salazar Bondy, entre muchísimos más.

El polígrafo Óscar Acosta cultivó diversos géneros literarios que van de la poesía a la biografía y de éstas a la narrativa hasta confluir en el ensayo; también fue antólogo de poetas y  narradores hondureños. Vale apuntar que se le ubica en la Generación del 50, donde lo acompañan insignes creadores como Antonio José Rivas, Pompeyo del Valle, Roberto Sosa, Nelson E. Merren, Rodolfo Sorto Romero y Eduardo Bähr; los dramaturgos Francisco Salvador y Saúl Toro; los historiadores Ramón Oquelí Garay y Marcos Carías Zapata, junto a los pintores Arturo Luna, Moisés Becerra, Juan Ramón Laínez y el ceramista Arturo Machado.

De acuerdo con el poeta José González, la Generación del 50, “aún con intensa vigencia en Honduras, fue influenciada por el simbolismo francés y en sus inicios por la generación española del 27; fue notoria la presencia de Pablo Neruda y de César Vallejo…”  Por ello es que la poesía de Óscar Acosta está llena de escenas cotidianas que algunos pudieran, a simple vista, considerar intrascendentes. Él nos muestra un mundo que se vive a diario, que se respira, sufre, disfruta y se recuerda; nos plantea los grandes temas humanos que nos han inquietado a través de la historia: el amor, con todas sus aristas, matices y dimensiones; así como la muerte, la infancia, la esperanza, la incertidumbre de un futuro que se desconoce —un tiempo que ya no será, ni del poeta, ni de la mujer amada— pero que guardará el recuerdo de ese amor que se difunde, se hereda y se multiplica en otros:

Ignoro quién recogerá
estas frases.
Es posible que entonces
no seamos, tú y yo,
ni estática ceniza
ni barro sumergido.
Desde mi monarquía
compartida, te recuerdo.
Y si volvieras a nacer
te prometo que siempre
serías, como ahora lo eres,
mi mujer y mi reina.
(Escrito en Piedra; Selección poética)

Veamos el primer poema de Poesía menor intitulado “El libro de poemas”:

Estas páginas llevan el mismo rumbo.
Todas ellas forman una alameda de norte
a sur; árboles solos en la noche.
No hay descanso para ellas. Las interroga
el hombre cuando necesita un espejo,
cuando la lágrima busca un ojo redondo,
cuando una caricia requiere constructor;
se buscan, hacen falta, se abren solas
como una enorme y misteriosa flor de plumas.
Leamos, en voz baja, el libro de poemas.

En primera instancia, detectamos la brevedad y la precisión característica de su poesía; luego la inversión de la lógica y un desplazamiento imaginario que va de norte a sur y que guían el andamiaje poético. La estrofa se convierte en una suerte de párrafo que no busca la coherencia ni la secuencia de orden gramatical, sino que la designación y la metaforización. El poeta nos exhorta a la lectura de sus “pininos”, de sus postulados teóricos que habrían de constituirse en una estética vanguardista. Esto es, “el verso libre, desnudo, sin afeites” del que hablaron muchos estudiosos, como Roberto Armijo y Rodolfo Sorto Romero.

Según las palabras del autor venezolano Juan Liscano, “Acosta canta lo cotidiano, lo que ve a su paso, lo de cada día, la sencillez, el tesoro oculto de las cosas que ni se mueven, ni se quejan, ni respiran.”   Otro elemento que caracteriza la poesía de nuestro polígrafo es la concisión que no implica la evasión de los cánones tradicionales, sino su transformación o la asunción de las nuevas propuestas que estuvieron en boga en su tiempo existencial. Acosta expresó con maestría temas complejos con metáforas breves, penetrantes y contundentes, que no dejan ninguna duda con respecto a la estirpe de la cual descienden los grandes hacedores de palabras.

Como dijo Liscano, “Acosta tuvo el don de la poesía menor y también de la poesía breve; en él persevera la actitud para decir bellas cosas en pocas palabras, un trasfondo lírico, elegíaco y erótico, impregna todos sus versos de una común humedad sentimental”.

Leamos para ilustrar todo lo dicho, este penúltimo poema:

LOS AMANTES

Los amantes se tienden en el lecho
y suavemente van ocultando las palabras y los besos.
Están desnudos como niños desvalidos
y en sus sentidos se concentra el mundo.
No hay luz y sombra para sus ojos apagados
y la vida no tiene para ellos forma alguna.
La hermosa cabellera de la mujer puede ser una rosa,
el agua tibia o un surtidor enamorado.
El fuego es solamente un golpe oscuro.
Los amantes están tendidos en el lecho.

Para el poeta Acosta no existe ningún objeto o vivencia que no pueda ser poetizable, él es capaz de convertir un elemento cotidiano, simple o común, en un poema memorable. Por ejemplo, en el poema 
EL TELÉFONO

“Suena el teléfono y tiembla su cuerpo desnudo.
Viene tu voz amada atravesando mares y países, lejanías y olvidos”. 

Y es que como afirma Sebastián Salazar Bondy “para la poesía no hay nada que no sea poético: todo depende de quien la vierte, de la profundidad con que ella es revelada a través de las palabras”.

Finalmente, en lo que respecta al libro de cuentos “El Arca”, publicado en Lima, Perú, en 1957, podemos decir que se trata de un conjunto de 18 brevísimos relatos inspirados en la cuentística de Augusto Monterroso, que en la opinión de una generalidad de estudiosos, marcó un hito en la narrativa hondureña, en tanto que rompió con la vertiente criollista y regionalista que prevalecía en la primera mitad del siglo XX. De hecho, Helen Umaña sostiene que se inscribe en la corriente de lo “neofantástico” y que con este libro está más próximo a la prosa narrativa de Jorge Luis Borges y de Julio Cortázar.  Releamos, como ejemplo, 

“El vengador”:

El Cacique Huantepeque asesinó a su hermano en la selva, lo quemó y guardó sus cenizas calientes en una vasija. Los dioses mayas le presagiaron que su hermano saldría de la tumba a vengarse, y el fratricida, temeroso, abrió dos años después el recipiente para asegurarse que los restos estaban allí. Un fuerte viento levantó las cenizas, cegándolo para siempre.

Aleyda Romero Escobar,
Karla I. Herrera
Tegucigalpa, M. D. C.