El doctor Zhivago es, sin duda, uno de esos libros que hay que leer sí o sí
Aunque se le puedan achacar pequeños defectos (como veremos después), no cabe duda de que El doctor Zhivago es una epopeya trágica como hay pocas, con la fuerza de las grandes novelas y unos personajes de cuyo recuerdo es difícil deshacerse después de terminar su lectura. Esta primera traducción directa del ruso de la magna obra de Borís Pasternak hace las delicias de los (como yo) amantes de la literatura eslava y, en general, de cualquier amante de las letras, ya que las desventuras del doctor Yuri por la Rusia revolucionaria son inolvidables.
La trama del libro es difícil de resumir, puesta que las idas y venidas, los acontecimientos, los viajes, los encuentros y los abandonos son numerosísimos y se suceden sin tregua. En pocas palabras podríamos decir que la historia se centra en la vida de Yuri Andréyevich Zhivago, un huérfano que estudia la carrera de medicina y que se ve envuelto en decenas de sucesos durante las primeras décadas del siglo XX en la agitada Rusia de la época. Aunque se la considera una gran historia de amor (y en verdad la relación de Yuri con Larisa Fiódorovna hace gala de una intensidad emocionante), lo cierto es que El doctor Zhivago recuerda a grandes novelas históricas por la precisión con la que describe el turbulento tiempo de las revoluciones rusas de comienzos del siglo XX. La lucha obrera, la salida de la Primera Guerra Mundial, la revolución de octubre, son mostradas con detalle y los personajes se ven envueltos en todo ello para ilustrar la enormidad de unos movimientos sociales cuyas repercusiones fueron gigantescas. El mismo protagonista así lo entiende al comienzo de la obra: «¡Piense qué tiempos son éstos! ¡Y nosotros los estamos viviendo! Cosas tan increíbles tal vez sólo ocurran una vez en la eternidad.»
Pasternak describió en profundidad el lado oscuro de una época de exaltación y grandeza. La revolución se hace en pro de conceptos encomiables, con el objetivo de alcanzar derechos e igualdades, pero el autor describe a los dos bandos con una naturalidad brutal: las injusticias y los excesos se dan por igual en uno y otro bando, y nadie queda libre del egoísmo, de la cobardía o de la violencia. Un personaje alude a este hecho recordando sus padecimientos con diferentes regímenes: «Con todos los gobiernos he tenido relaciones y protectores, y con cada régimen he padecido sufrimientos y pérdidas. Sólo en los malos libros los hombres están divididos en dos bandos que nunca entran en contacto.» Este cuadro inmisericorde de la revolución tuvo como consecuencia la caída en desgracia del autor, que incluso hubo de renunciar a recibir el Premio Nobel para poder seguir residiendo en Rusia.
Como demérito se puede señalar una cierta falta de ilación de la obra. Las escenas en las que Pasternak divide la obra son innumerables, y lógicamente esa cantidad es consecuencia de la multiplicidad de escenarios y personajes; sin embargo, en muchas ocasiones los cambios de escena son demasiado forzados, partiendo conversaciones por la mitad o relegando momentos de tensión a un injusto segundo plano. Esos pequeños accidentes formales hacen que en ocasiones la lectura resulte atropellada, aunque por fortuna la calidad del texto se sobrepone a ello con elegancia.
El doctor Zhivago es, sin duda, uno de esos libros que hay que leer sí o sí: por su prosa cargada de lirismo y belleza; por su pertinencia histórica; por sus personajes complejos y contradictorios. Una novela inabarcable, universal, que décadas después de ser escrita aún despierta en el lector ecos de libertad y esperanza en el género humano. Una delicia que, además, podemos disfrutar en una traducción exigente y moderna. Poco más se puede pedir.