Carta de Diego Hurtado de Mendoza al Cardenal Espinosa

La Guerra de Granada

La aristocracia andaluza pierde prestigio y autoridad al haberse mostrado incapaz de resolver el problema sin el concurso de los soldados profesionales de Austria y Requesens.


El 23 de julio de 1568, Diego Hurtado de Mendoza, autor posteriormente de "La guerra de Granada", el viejo embajador de Carlos V en Venecia y Roma, y Diego de Leyva, hijo del héroe de Pavía, protagonizan una escandalosa riña junto a la cámara en la que agoniza el príncipe Don Carlos, que fallecería al día siguiente. Un encolerizado Felipe II encarcela a Mendoza en la Mota de Medina del Campo y a Leyva en Simancas . En enero de 1569, se ordena a Hurtado volver a Granada, donde, desde finales de diciembre del año anterior, los moriscos, hechos fuertes en las inaccesibles montañas de las Alpujarras, protagonizan una sangrienta rebelión que se prolongará hasta marzo de 1571.

Don Diego llega a Granada a mediados de abril de 1569. Testigo excepcional del conflicto, escribirá Guerra de Granada, un áspero y agudo relato de la contienda marcado por el desengaño y la imitación formal e intelectual de Tácito y Salustio. 

Muy crítico con el Rey y con el modo de llevar la guerra, en las primeras páginas de este libro, Mendoza expone las causas de la rebelión por medio de una contundente sermocinatio, poniendo en boca del Zaguer, uno de los instigadores de la revuelta, los reproches más duros a la política contrarreformista desplegada contra los moriscos desde 1567, cuando se activa la pragmática que supone, en la práctica, su final como minoría cultural abocándolos, sin más remedio, a la guerra. Pero la sutil mirada del embajador pronto descubre que, junto a la destrucción de los moriscos, la guerra de Granada escenifica dos conflictos más, fruto de las tensiones sociales y políticas de la época: en primer lugar, el que enfrenta a la aristocracia feudal andaluza con el nuevo cuerpo de letrados que, apoyados por la monarquía desde el tiempo de los Reyes Católicos, va poco a poco arrebatándoles parcelas de dominio no sólo en el ámbito civil sino en el militar;en segundo lugar, el que protagonizan los dos grupos de poder de la época: ebolistas y albistas que se disputan ferozmente el favor real. 

Nada escapa, desde el primer momento, a la penetrante, aunque casi nunca bien templada, inteligencia de Don Diego. La carta al Cardenal Espinosa que aquí se reproduce, escrita apenas veinte días después de su llegada, es una prueba irrefutable de ello.


Los moriscos no fueron los únicos vencidos en esta guerra. Como acierta a decir Hurtado, la guerra supuso la destrucción del reino de Granada, entendido por tal el «estado» que su familia había gobernado desde la Reconquista. Como consecuencia de la guerra, los Mendoza pierden el poder civil y militar que habían detentado en Granada por un espacio de ochenta años, desde los tiempos del padre del escritor . Al terminar la guerra, Rodriguez de Villafuerte sustituye al Conde de Tendilla, Luis Hurtado de Mendoza, como Capitán General de Granada. La aristocracia andaluza, por su parte, pierde prestigio y autoridad al haberse mostrado incapaz de resolver el problema sin el concurso de los soldados profesionales de Austria y Requesens.

CARTA



Diana Eguía