Azorín : "El fin de un mundo"

Azorín : "El fin de un mundo"

Publicado por primera vez en El País el 7 de febrero de 1897* el relato pareciera apuntar cierta influencia de la obra de H.G. Wells, especialmente de La máquina del tiempo, debido al tratamiento que hace del futuro de la humanidad; pero tal extremo parece quedar desmentido por lo temprano de su publicación.

El argumento:

En un futuro indeterminado, el perfeccionamiento de la humanidad ha llevado a la desaparición de las guerras, la injusticia, la enfermedad, el hambre… En esta utopía bucólica, en la que el hombre vive en comunión con la naturaleza y para el perfeccionamiento del pensamiento y del arte, los deseos han sido abolidos al quedar todo anhelo satisfecho.

Paradójicamente, esto supone el fin de la raza humana; al alcanzar la cima, al interrumpirse el progreso, se da paso a la decadencia y a la ruina.

El cuento:

Un hermoso cuento corto que, pese a la evolución de la expresión durante los más de cien años que han pasado desde que se escribió, no ha envejecido y mantiene intacto la belleza de la prosa de Azorín, limpia y poética.

Tampoco está exento de interés por el tema y por cómo lo aborda, desde la perspectiva de cierto solipsismo, al tiempo que lo hace compatible con la humildad al mirar al universo y la certera posibilidad de que el ser humano no sea su objetivo.

Un relato moderno e innovador en numerosos aspectos, por la inteligencia que refleja, la actitud ante la ciencia y la tecnología. Una pieza que siendo comparada con la mejor edad de oro anglosajona, que aún estaría por venir, no deja nada que envidiar y sí mucho que enseñar.

Azorín adopta una postura prácticamente solipsista en ese dialogo interior del personaje protagonista. Se encuentra sólo, desengañado y al borde de la muerte. En su mente repasa todos los logros de la humanidad y ahí es donde Azorín se permite desplegar toda su imaginación para narrar lo que la humanidad fue desde nuestro presente hasta ese lejanísimo futuro que parece tan lejano como el descrito por Wells en La Máquina del tiempo. Las coincidencias son notables al concurrir ese último hombre con el viajero de Wells en un mundo tan alejado del presente que resulta prácticamente irreconocible.

Para llegar a ese futuro los seres humanos progresaron en el terreno tecnológico hasta unos niveles increíbles. Se consiguió, con el trascurso del tiempo, dominar totalmente la naturaleza. La humanidad de este relato roza casi la divinidad. La sociedad evolucionó tan magníficamente que se abandonó totalmente el odio, las rencillas, las peleas, la ambición, la crueldad. Los hombres vivían para el arte, para la contemplación, para la belleza. La vida era simple: sin derechos porque no había deberes, no había belleza porque no había fealdad y no había éxtasis porque tampoco había dolor. Pese a que Azorín pinta un paraíso, una utopía futura, ese mismo haber alcanzado la plenitud conlleva la cruel penitencia del hastío, del aburrimiento y de la falta de estímulos para seguir viviendo. Los dioses humanos se cansan y deciden comenzar a desaparecer. ¿Para qué vivir si todo lo saben, todo lo controlan y dominan?

Azorín crea un universo similar al paraíso original cristiano; Adan y Eva lo poseen todo y esa plenitud, ese aburrimiento, es lo que les hace “pecar” para ver que se oculta en el árbol de la ciencia. En el caso de esta humanidad su pecado es el mismo aburrimiento que les hace desear no existir más, y como pueden hacerlo lo cumplen.

Ese último hombre del relato piensa en que cuando el desaparezca, desaparecerá por completo en universo ya que nadie podrá pensarlo. Es una filosofía solipsista, como ya dije, que lleva al autor a pensar que fuera de él no existe nada. Y realmente esa así, al menos para el no creyente en paraísos y en vidas futuras. La muerte no sólo conlleva al desaparición de la persona sino el universo entero que era visualizado y percibido por ella. Para el difunto ya nada es, aunque para los demás lo siga siendo.

Un extraordinario relato de ciencia ficción reflexiva, filosófica y sociológica a la vez, que debió de suponer un gran shock para los lectores de la época.

(*) José Manuel Vidal Ortuño en "Los cuentos de José Martínez Ruiz (Azorín)", 2007

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