Biografía de Juan Vázquez de Mella

Juan Vázquez de Mella

Juan Vázquez de Mella y Fanjul (Cangas de Onís, 8 de junio de 1861-Madrid, 27 de febrero de 1928), Conde de Monterroso, fue un político tradicionalista, escritor y filósofo español, ideólogo del carlismo durante la Restauración.

Juan Vázquez de Mella y Fanjul nació en Cangas de Onís, Asturias, hijo de Juan Vázquez de Mella y Varela, Teniente Coronel retirado, natural de Boimorto, La Coruña, y de Teresa Fanjul, natural de Cangas de Onís. Cuando apenas tenía seis años quedó huérfano de padre. Realizó sus estudios secundarios en el seminario de Valdediós, entre 1874 y 1877. Una vez terminado el Bachillerato, su madre viuda y con un único hijo, decidió trasladarse a Boimorto y vivir junto a otros familiares. Con dieciséis años y de acuerdo con la familia decidió estudiar Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela. Finalizados sus estudios inició su carrera periodística, desde 1887 hasta 1890, en el periódico tradicionalista El Pensamiento Galaico, de Santiago de Compostela.

Cuando Llauder fundó en 1888 El Correo Español, en Madrid, se fijó en la figura del joven periodista asturiano y lo presentó como una nueva esperanza. Navarra lo eligió diputado a Cortes a los veintinueve años y desde 1893 hasta 1919, descontados los que funcionaron de 1900 a 1905, periodo que estuvo parte emigrado en Portugal, parte retirado en Filgueira consagrado al estudio, perteneció a todos los parlamentos representando a Aoiz, Estella y Pamplona.

Su papel histórico fue, fundamentalmente, el de la renovación del Carlismo, maltrecho desde el fracaso de 1876. En Vázquez de Mella encontraron el soporte intelectual que recogiera, ordenara y sistematizara el disperso ideario Carlista para condensarlo en un cuerpo doctrinal traducido en programa político; fue, en síntesis, el que dio carácter científico al Carlismo. Pero su tradicionalismo es elevado a un exponente máximo bajo la influencia del pensamiento de Balmes, Donoso Cortés y otros pensadores; pero de manera esencial, por la doctrina social de León XIII.

Vázquez de Mella era germanófilo, lo que le condujo a una sonada separación con el pretendiente Carlista Jaime de Borbón, que era aliadófilo. Jaime de Borbón, que había estado confinado por los austriacos en su castillo cercano a Viena, publicó en 1918 un manifiesto dirigido a los tradicionalistas españoles desautorizando a los que hubiesen exteriorizado sus sentimientos germanófilos. Vázquez de Mella se sintió desautorizado por el pretendiente, lo que le llevó a alejarse del Carlismo para fundar el Partido Católico Tradicionalista, que celebró su primer acto público el 11 de agosto de 1918 en el casino de Archanda, desde el que propugnó los grandes ideales que impregnaron toda su vida: Tradición, Catolicismo, Patria, Monarquía.

A Mella le fue ofrecida una cartera ministerial en dos ocasiones: una de joven, en los ensayos unionistas de Cánovas y otra, al final de su vida, en el gobierno nacional que presidiría Maura. En ambos casos rehusó. El 29 de mayo de 1924 en el Teatro Real de Madrid pronunció su último discurso: Divinidad de la Iglesia Católica.

Gran conocedor de los avatares históricos del siglo XIX, se enfrentó a la masonería y presentó a las Cortes de Madrid una vigorosa petición solicitando que fuera declarada ilegal, facciosa y traidora a la Patria, quitando de los empleos públicos a los masones. Participó en el Congreso antimasónico de Trento en 1896.

Las ideas centrales en su pensamiento eran la tradición, la monarquía, la unidad de España a través del regionalismo y del foralismo y la concepción orgánica de la sociedad donde se reclama la soberanía no para el Estado sino para la sociedad a través de sus organizaciones naturales: la familia, el municipio, la región. Su pensamiento influyó en José Antonio Primo de Rivera y otros líderes falangistas.

Su salud se fue resquebrajando y, a principios de 1925, sufrió la amputación de una pierna. Desde entonces apenas se movió de su modesto piso del Paseo del Prado. Unos meses antes de su fallecimiento realizó una de sus principales obras: Filosofía de la Eucaristía. Sus obras completas están recogidas en una treintena de volúmenes. Falleció en Madrid, el 26 de febrero de 1928.

Según Rafael Gambra, “Mella no sólo lanzó en aquel tiempo el grito de aún vive el Carlismo, sino que fue el gran sistematizador y expositor del conjunto de las ideas políticas y sociales que entrañaba nuestro régimen tradicional, de las que realizo una luminosa síntesis, logrando presentar ante aquella generación un todo coherente de ideas extraídas del difuso elenco del tradicionalismo, hasta entonces más sentido que comprendido”.

Los méritos de Vázquez de Mella no sólo entusiasmaron a los carlistas, que vivieron tras la segunda guerra hasta la caída de la monarquía liberal, sino que fueron reconocidos por sus enemigos parlamentarios y por gentes ajenas al pensamiento tradicional. Buenas pruebas de ello son su nombramiento por unanimidad como miembro de la Real Academia y los dos ofrecimientos de carteras ministeriales -ambos rechazados- que, con mucha diferencia temporal, le hicieron Cánovas del Castillo y Maura.

En este sentido Sainz Rodríguez dijo que “Vázquez de Mella fue engrandeciendo su personalidad de tal modo, que rebasó los límites de su partido, llegando a ser una figura nacional”. Alabanza, no exenta de hipocresía, que esconde una falsedad notable, porque ni Mella ni español alguno que pertenezca a la Comunión Tradicionalista puede ascender en su adscripción política o en su pública categoría moral. Si, desde fuera, le apreciaron, mucho se debió, sin duda, a su afable y bondadosa condición y a los evidentes méritos de su retórica y de su sabiduría. Pero también, y sobre todo, fue reconocido porque, en aquellos tiempos, quien llegara a conocer el pensamiento carlista no podía menos de sentirse, en alguna forma, identificado con él, so pena de abandonar su propio credo o su condición de español. Lo primero, porque las ideologías modernas, quiéranlo o no, no son sino fragmentos extraviados que se han desgajados del pensamiento tradicional. Lo segundo, porque, por entonces, los parlamentarios todavía podían conmoverse ante interpelaciones como la de Mella cuando les dijo:

“Señores diputados, vosotros que como españoles, tenéis que rendir acatamiento a la rectitud y a la consecuencia, debéis reconocer la verdad de aquello que afirma tan admirable y elocuentemente Aparisi, al decir: cuando se pasa delante del partido carlista, hay que descubrirse como cuando se pasa delante de la estatua del honor”.

Rectitud, verdad, honor. Lenguaje arcano e incomprensible para esos partidos del día que se han confabulado para quitar su nombre a la plaza de Vázquez de Mella y rendir homenaje a un sodomita. Cualquier injuria en su boca es un honor; cualquier alabanza, un insulto.

Una Junta de Homenaje a Mella, apoyada por gran número de españoles de toda condición, se propuso, poco después de su muerte, publicar sus obras y construir un monumento en su honor. La fuente de Vázquez de Mella, colocada en la plaza madrileña que hasta hoy lleva su nombre, no llegó a edificarse hasta 1946. Los treinta tomos de sus obras completas se fueron publicando desde 1932 hasta 1947.