Confucio
(Kung Fu-Tse) Pensador chino (tradicionalmente 28 de septiembre de 551 a. C. + 9 de marzo de 479 a. C ). Procedente de una familia noble arruinada, a
lo largo de su vida alternó periodos en los que ejerció como maestro con
otros en los que sirvió como funcionario del pequeño estado de Lu, en
el nordeste de China, durante la época de fragmentación del poder bajo
la dinastía Chu. Fracasó en sus intentos por atraerse a los príncipes,
limitándose su influjo en vida al que consiguió ejercer directamente
sobre algunos discípulos.
La importancia del personaje procede de la difusión posterior de su pensamiento, conocido como confucianismo o confucionismo, contenido fundamentalmente en sus Entrevistas.
Dicho pensamiento puede interpretarse como una respuesta al clima de
desorden y de continuas luchas entre señores feudales que imperaba en la
época histórica que le tocó vivir.
El confucianismo
es fundamentalmente una ética y no una religión, pues apenas hay en él
mención a la divinidad, ya que Confucio rehusó especular sobre el más
allá. El centro de sus preocupaciones fue la moral personal, tanto por
lo que respecta a la orientación de las conductas privadas como a las
normas del buen gobierno.
Dicha moral, basada en el
altruismo, la tolerancia, el respeto mutuo, la armonía social y el
cumplimiento del deber, constituía en realidad una sistematización de
ideas presentes en la cultura china, razón por la que se difundió con
facilidad y contribuyó a modelar la sociedad y la política chinas sobre
una base común. Se trata, en consecuencia, de un pensamiento
conservador, y de hecho así lo presentó Confucio, situando en el pasado
la «edad de oro» en la que habían imperado los buenos principios a los
que los chinos debían regresar.
Confucio reforzó la importancia de la familia tradicional en la sociedad china, al insistir en el respeto de los hijos a los padres y en la obediencia de las mujeres a sus maridos. También reforzó la sumisión del pueblo a las autoridades, aunque rechazando la tiranía: los súbditos debían obediencia al soberano, ya que el Estado existía para buscar el bien de los gobernados; pero, por la misma razón, los gobernantes debían gobernar según rectos principios éticos, aplicando el ejemplo moral y no la fuerza. Soñaba con el regreso a un pasado idealizado en el que un emperador sabio y bondadoso (el «hijo del Cielo») gobernara y fuera obedecido como un padre por sus hijos, en un clima general de paz y de orden.
Confucio reforzó la importancia de la familia tradicional en la sociedad china, al insistir en el respeto de los hijos a los padres y en la obediencia de las mujeres a sus maridos. También reforzó la sumisión del pueblo a las autoridades, aunque rechazando la tiranía: los súbditos debían obediencia al soberano, ya que el Estado existía para buscar el bien de los gobernados; pero, por la misma razón, los gobernantes debían gobernar según rectos principios éticos, aplicando el ejemplo moral y no la fuerza. Soñaba con el regreso a un pasado idealizado en el que un emperador sabio y bondadoso (el «hijo del Cielo») gobernara y fuera obedecido como un padre por sus hijos, en un clima general de paz y de orden.
Confucio creía en
la existencia de un orden cósmico perfecto, que debía ser imitado en los
asuntos humanos, logrando la armonía de la tierra con el Cielo, fuerza
inteligente que gobierna el mundo. A pesar de su talante netamente
conservador, el pensamiento de Confucio tenía un potencial innovador en
la medida en que exigía un gobierno moral y bienhechor: proclamaba que
la nobleza no procedía del nacimiento sino de la superioridad moral; y
dejaba abierta la puerta a la rebeldía contra los gobernantes inmorales.
Quizá por ello sus ideas no fueron aceptadas por
los dirigentes de la época, mientras se iban extendiendo entre el pueblo
llano; perseguido infructuosamente durante la época de la dinastía
Ts'in (221-206 a. C.), el confucianismo se convirtió en la filosofía
oficial del Estado bajo la dinastía Han (206 a. C.-220 d. C.). Desde
entonces, el sistema de selección del personal al servicio del Estado
mediante oposiciones convirtió el estudio del pensamiento de Confucio y
de sus seguidores en uno de los pilares de la formación de un hombre
culto, que abría las puertas de la burocracia y de la promoción social.
Esta
doctrina moderada y fuertemente anclada en la mentalidad tradicional ha
marcado la ética dominante en China al menos hasta comienzos del siglo
XX y su influencia sigue siendo perceptible hasta nuestros días, a pesar
del esfuerzo de las autoridades comunistas por erradicarla; su
influencia se propagó también a Japón, Corea y Vietnam como parte del
influjo cultural que en términos generales han recibido esos países de
la vecina China.
