(Jerez, Zacatecas, México, 15 de junio de 1888 + Ciudad de México, 19 de junio de 1921) Poeta mexicano que compuso, con motivo del primer centenario de la Independencia, el poema Suave Patria,
que suele considerarse el poema nacional de México.
Ramón López Velarde
es considerado, a pesar de su corta vida, el más específicamente
mexicano, el más "nacional" por decirlo de algún modo, de los líricos
del país. Es el poeta de la época modernista con mayor arraigo mexicano,
pero un arraigo que no llega a fructificar en su espíritu renovador y
mantiene, en el lenguaje y el estilo, una serenidad casi clásica, un
carácter religioso que lo vinculan con la tradición.
Nacido en Jerez, en el estado de Zacatecas, en
1888, poco puede decirse de su corta vida: cursó sus primeros estudios
en los seminarios de Zacatecas y Aguascalientes y se matriculó, luego,
en la Universidad de San Luis de Potosí para estudiar la carrera de
leyes. Murió, prematuramente, a los treinta y tres años, en la Ciudad de
México, en 1921.
Tentado por la política, como tantos otros
literatos mexicanos, en 1911 se presentó a las elecciones como candidato
a diputado suplente por su ciudad natal, integrado en las listas del
Partido Católico. En 1914 viajó a Ciudad de México, donde se instaló
trabajando primero en su profesión de abogado y, luego, en las
secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores; fue también profesor
de literatura. Publicó sus crónicas políticas en varios periódicos: El
Regional de Guadalajara (1909), La Nación (1912), El Eco de San Luis
(1913), El Nacional Bisemanal (1915-1916), Revista de Revistas
(1915-1917), Vida Moderna (1916) y Pegaso (1917).
En La sangre devota (1916), su primer
libro de poesías, pueden descubrirse ya los temas recurrentes en toda su
obra: el amor, el dolor y la preocupación por los destinos patrios. Con
su obra reaparece en la lírica mexicana un acento casi olvidado, una
voz, la de la provincia, que había callado ya. En 1919, apareció Zozobra,
su segunda obra poética, en la que aborda dramática y sinceramente los
problemas del erotismo, la religión y la muerte. En 1921, al celebrarse
el primer centenario de la Independencia, escribió La suave patria, en cuyos versos épicos y líricos exalta los sentimientos nacionalistas.
Su prematura desaparición arrebató a las letras
mexicanas un creador de enorme fuerza y talento muy personal. Tras su
muerte fueron apareciendo sus demás obras, que en unos casos veces
habían sido preparadas por el propio autor, y en otros se rescataron de
periódicos y revistas. Se editó el tercer volumen de su producción
poética (El son del corazón, 1932) y otros tres que contienen su obra en prosa (El minutero, 1923; El don de febrero. Poesía, cartas y documentos, 1952; y Prosas políticas, aparecido en 1953).
La poesía de Ramón López Velarde
La peculiar estética del autor asomó ya en La sangre devota
(1916), un volumen de poesía amorosa dedicado a su musa, llamada en la
obra Fuensanta y en la vida real Josefa de los Ríos. A este volumen
inaugural siguió Zozobra (1919), en el que analiza las "flores
del pecado" sembradas durante su relación con Margarita Quijano, y un
último libro de poemas aparecido póstumamente: El son del corazón (1932).
En todos ellos se percibe un acendrado
catolicismo que tiene como contrapeso la pasión amorosa. Así resaltó esa
ambigüedad el chileno Pablo Neruda:
"viene también el líquido erotismo de su poesía que circula en toda su
obra como soterrado, envuelto por el largo verano, por la castidad
dirigida al pecado". De modo semejante se expresó el mexicano Xavier
Villaurrutia, para quien la poesía de López Velarde es "la más intensa,
la más atrevida tentativa de revelar el alma oculta de un hombre; de
poner a flote las más sumergidas e inasequibles angustias; de expresar
los más vivos tormentos y las recónditas zozobras del espíritu ante las
llamadas del erotismo, de la religiosidad y de la muerte."
A pesar de su breve vida y su breve obra, la
importancia de López Velarde y la influencia que ha ejercido en la
poesía americana moderna son indiscutibles. En su poesía se señaló y
exaltó un acento peculiar que refleja el "alma nacional" de su país.
Algunos, como Pedro Henríquez Ureña,
llaman a esta cualidad mexicana "el sentimiento discreto"; y
Díez-Canedo añade otros calificativos: "el tono velado, el color
crepuscular". Si se toma como ejemplo la más famosa poesía de López
Velarde, Suave patria, fácilmente se notarán esas características
en sus melancólicas y aterciopeladas estrofas. Sin embargo, López
Velarde no es tanto nacional como provincial; no pretende tal vez
expresar tanto el alma entera de México sino ciertos aspectos de su
fondo salvaje, y al mismo tiempo dulce, propios de su vida cotidiana.
"López Velarde (dice el historiador G. González Peña) comenzó a aportar a
la poesía el tema regional, la nota provincial. Llevó a ella la
sensación de olor y calor, el ritmo austero y el lamento en sordina, el
sentimiento de piedad y la gracia y la melancolía de los terruños
naturales".
Desde el punto de vista técnico hay en López
Velarde no tanto novedad de adjetivación como un giro imprevisto de la
frase, y el descubrimiento de raras disonancias, de colores rudos y, con
todo, armoniosos. Ocasionalmente se advierten en su obra elementos
postrománticos o modernistas, aunque fue uno de los primeros autores de
su tiempo que se rebelaron contra el tono afectado y el esteticismo de
este último movimiento. En opinión de la crítica, sus excesos fueron
resultado de la permanente búsqueda de una voz propia y original; su
verdadera importancia reside en el sabio tratamiento del paisaje, el
planteamiento del contraste radical que existe entre el campo y la
ciudad, y la lucha entre los anhelos estéticos y religiosos, por un
lado, y la sensualidad pagana por otro.
Tales elementos consiguen para su obra una
tensión que le dan un lugar único en las letras mexicanas. Su influencia
fue verdaderamente considerable no sólo en la poesía mexicana, pues se
nota su huella hasta en algunos poetas argentinos de generaciones
posteriores, como Silvina Ocampo y Ricardo E. Molinari. La influencia de su poesía amorosa es perceptible en Xavier Villaurrutia.
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