La escritora argentina Samanta Schweblin ha sido galardonada con el IV premio internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero
Al certamen se presentaron un total de 856 manuscritos procedentes de 33 países. Y, aunque la mayoría de contendientes eran hombres, las mujeres fueron mayoría entre los finalistas. Así lo han destacado los miembros del jurado, que estuvo integrado escritores muy vinculados al relato breve como son Rodrigo Fresán -que ejerció de presidente-, Pilar Adón, Jon Bilbao, Andrés Neuman y Guadalupe Nettel, ganadora de la edición anterior.
Samanta Schweblin (Buenos Aires, Argentina, 1978) se presentaba con «Siete casas vacías», un libro de relatos que ahora espera a ser publicado. Esta argentina tiene experiencia como novelista y su trabajo «Pájaros en la boca» (2009) ya fue traducido a trece idiomas. El jurado eligió a Schweblin por su capacidad para «indagar en la normalidad rara o la rareza normal». El libro, aseguran, está «habitado por situaciones familiares o conflictos vecinales en los que predomina un costumbrismo perverso que explora los amores desviados y las formas más singulares de la ternura».
El cuento, el rey en Argentina
El presidente del jurado, el también argentino Rodrigo Fresán, agradeció la labor de mecenazgo que viene realizando el Consejo Regulador Ribera del Duero en los últimos años. «Todos sabemos de la importancia del vino para literatura y para algunos escritores», bromeó. Este premio internacional, que se falla cada dos años, es hoy una fecha clave del calendario literario.
«En Argentina —aseguró Rodrigo Fresán—el género rey es el cuento y no la novela. Todos queríamos escribir un gran cuento argentino y todas las grandes novelas como "Rayuela" están bastante cuentificadas. Samanta también explora el tema de lo fantástico. La veo como una especie de científica cuerda contemplando locos. Siempre como a través de un microscopio y con un bisturí en la mano. Me gustó muchísimo el libro».
La vencedora, Samanta Schweblin, recibió emocionada el premio e indagó con cierta timidez en los orígenes de su afición a la escritura. «No se me da nada bien hablar, por eso escribo», advirtió nada más asomarse al atril. «Este premio tiene que ver con algo que descubrí a los 12 años», dijo en relación a sus primeras experiencias maduras con el mundo de los libros. «Fue algo que descubrí y envidié muchísimo en otros, como cuando mi amiga Ana citaba de memoria y en tono afrancesado a un tal Cortázar y siempre se le plantaba un lagrimón», dijo.
Pasión
En esas experiencias juveniles, la autora se dio cuenta de que «habíauna energía, una intensidad, algo brutalmente placentero que era solo para ellos y de lo que yo quedaba completamente excluida». A partir de ese momento nació el interés literario de una mujer que ya está considerada como una de las mejores cuentistas en lengua española.
«Este premio —insistió— tiene que ver con la pasión, esa pasión que vi y que quise también para mí. La pasión que me sentó por primera vez a leer y la que años más tarde me animó también a probar mis primeros sorbos de vino. No fue placentero, no estamos preparados para los primeros sorbos que tomamos en nuestra vida. No son fáciles tampoco las primeras lecturas, porque nos resistimos a todo lo nuevo y a la vez, por suerte, nos fascina», concluyó.