¿Por qué los clásicos?

Literatura Clásica, clave para hacernos comprensible el mundo, la gente y sus conductas


Decía el maestro Ryszard Kapuściński que hay que saber lo que ya está escrito. "Si queremos algo nuestro, tenemos que empezar con lecturas".



¿Por qué los clasícos? Literatura en el colegio. Esta es la pregunta con la que titula su artículo del fin de semana en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, su director de Ciencia, Tilman Spreckelsen (Warum Klassiker?, FAZ, Familie, Samstag, 21 März 2015).


En Alemania, y en otros países occidentales como Reino Unido, Francia y España, la Enseñanza Secundaria se plantea al dilema de o hacer atractivo un rebajamiento del lenguaje original de la literatura clásica para que pueda ser digerible por una masa popular de jóvenes, o preservar ese depósito –verdadero acervo cultural – sin concesiones a la vulgaridad a costa de apartar para siempre de su conocimiento a los que están llamados a ser hacedores del futuro.



Como acertadamente arguye Tilman Spreckelsen, hoy en día resultan incomprensibles muchos términos de obras clásicas e incluso su propia sintaxis, de modo que se hace necesario un adaptación del texto para que no aumente la distancia entre el autor y el destinatario que, hablando de un clásico, deber ser en principio un sujeto universal en tiempo y espacio.



Pero también es cierto que cabe demandar un poco de exigencia al estudiante para que acabe finalmente de disfrutar – sacar todo el fruto – al libro que se le propone. Sin ese intento no es fácil que haya progreso en la sociedad ya que como escribió Miguel de Unamuno, “no es obligación del escritor ponerse al alcance del público, sino obligación del público ponerse al alcance del escritor”.



Sin embargo, para llegar a tener ese excelso público, las ediciones comentadas y adaptadas de tesoros clásicos son un apoyo de maestros y alumnos en el desarrollo de una mentalidad crítica.




Es cierto que no todos los jóvenes están llamados a ser literatos ni cumbre de las Letras, pero también lo es que en la Literatura Clásica se contienen muchas claves: unas nos hacen inteligibles a nosotros mismos y otras nos permiten comprender los comportamientos ajenos, las rutas de crecimiento espiritual y, sobre todo, los fundamentos sanos sobre los que contribuimos a mejorar la sociedad.



Toda adaptación que preserve esos valores es admisible. Más si invita a leer. No podemos obligar a amar nada y tampoco una obra de arte. Suscitar el amor a lo arduo, pero veraz y bello, exige tender puentes entre la mente en formación y la obra. Eso hace de los editores, de los maestros y de los padres una suerte de pontífices de la Cultura.



Visto el panorama – lenguaje, gestos, debates, tertulias – no es este pontifical destino de los educadores algo de lo que puedan abdicar sin daño en el devenir. Se trata, finalmente de aspirar a que crezca el número de buenas personas, capaces de dar luz desde sí mismas. Probablemente algo así pensaba el maestro Ryszard Kapuściński cuando decía que “para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos”. Y en el fondo de sus palabras, ciertamente válidas para otras muchas profesiones, está otra de sus afirmaciones: “Hay que saber lo que ya está escrito. Si queremos algo nuestro, tenemos que empezar con lecturas”.


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Hechos de Hoy / José Ángel Domínguez Calatayud