La BNE expone objetos desconocidos sobre el autor del Quijote

Mientras en el convento de las Trinitarias de Madrid se deciden a exhumar los restos de Miguel de Cervantes, a kilómetro y medio de distancia la Biblioteca Nacional ha recuperado los mejores artículos de coleccionismo surgidos alrededor del escritor. Dicen del autor de «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha» que murió pobre y en el anonimato. Ignorado por buena parte del público durante siglos, hoy se sorprendería con el interés suscitado por su figura.
Con motivo del cuarto centenario de la publicación de la última parte del Quijote, la Biblioteca Nacional rinde tributo al coleccionismo cervantino. Un fenómeno fan silencioso, casi desconocido, pero propietario de objetos de incalculable valor. La exposición explica cómo en el siglo XIX las publicaciones del doctor Thebussem –cuyo nombre real era Mariano Pardo de Figueroa– convirtieron a Miguel de Cervantes en objeto de culto.
Con dos siglos de retraso aparecieron grandes coleccionistas gracias a los cuales hoy se conserva, por ejemplo, uno de los cinco autógrafos del autor que la crítica considera auténticos en todo el mundo. Se trata de una carta –expuesta en la Biblioteca Nacional– en la que Cervantesexplica las dificultades que se encuentra cada día en su trabajo como Comisario General de Abastos.
Es, precisamente, la vida personal del autor lo que más curiosidad genera entre los expertos. El comisario de la exposición y presidente de la Asociación de Cervantistas, Juan Manuel Lucía, espera que la sepultura del autor aporte nuevas pistas acerca de lo que fue su día a día. «Poder identificar los restos va a ser una oportunidad para revitalizar la figura de Cervantes no sólo como escritor, sino también como persona», explica. «Sería muy útil para recuperar el Barrio de las Letras, que fue muy importante para la literatura del Siglo de Oro».
Mientras se valoraba qué hacer con la sepultura de Cervantes, gente como Juan Sedó Peris-Mencheta –uno de los coleccionistas cervantinos más famosos– reconstruía la vida del autor a través de todo tipo de piezas. Su colección llegó a la Biblioteca Nacional en 1968 y hoy nutre gran parte de la exposición «Coleccionismo cervantino», que estará abierta hasta el próximo 3 de mayo.
La Biblioteca expone desde ejemplares del Quijote del tamaño de un paquete de fósforos hasta una carpeta realizada por Pablo Picassoque luce junto a su boceto original, hecho con tinta azul y roja y lapicero. Hay versiones del clásico cervantino grabadas sobre madera o corcho, y hasta ediciones ilustradas en francés y japonés, como la deSerizawa Keisuke, que data de 1936 y muestra unos personajes muy alejados de la estética tradicional manchega.

Picasso, otro admirador

«Son ejemplares –explica el comisario de la exposición– que a veces
surgían como homenaje al autor y otras veces porque había un mercado de coleccionistas que demandaba este tipo de cosas». Entre esos aficionados hay infinidad de españoles, personas como Carmen y Justo Fernández que han hecho de Miguel de Cervantes una forma de vida. Comenzaron a coleccionar «en serio» en el año 2002 y hoy casi les falta espacio para conservar todo lo que tienen.
Su colección está formada, principalmente, por libros y grabados, aunque también tienen piezas como dibujos, platos o unos tapices que están depositados en la Biblioteca de la Universidad Complutense. Cuentan con una edición del Quijote escrita en gujarati –uno de los idiomas de la India–, que calculan que se pudo realizar en torno al año 1880. «Seguramente, las marcas más valiosas de España en el extranjero son el Real Madrid, el Barça y el Quijote. Y no sé por qué orden», comenta Justo Fernández.
Conseguir un ejemplar de esas características no es nada fácil. Porque si extraño es el idioma, extraños son también «el país y la forma de acceso». Para eso suele ser imprescindible contar con un corresponsal o un contacto en el lugar de origen de la pieza.
El oficio de coleccionista genera en este tipo de intercambios muchísimas anécdotas. Fernández recuerda el caso de unos dibujos franceses del siglo XVIII sobre el Quijote que salieron a la venta en la casa de subastas Christie’s. «Nosotros estábamos viajando y no podíamos asistir a la subasta en directo ni a distancia y tuvimos que encomendar a un amigo que lo hiciera por nosotros –relata–. Según desembarcamos del avión en el lugar al que íbamos, nos llegó un SMS comunicándonos que nos lo habíamos adjudicado».
El paquete lo formaban más de treinta dibujos originales, que también fue difícil traer desde Londres. «Por la descripción entendíamos que ocupaban poco más que una caja de zapatos. Aprovechamos el viaje de un amigo a Londres para que los recogiera, pero cuando fue a las oficinas de Christie’s descubrió que estaban enmarcados. Nos los tuvieron que enviar por mensajero y la caja ocupaba como medio metro cúbico y pesaba como cincuenta kilos. Fue trabajoso».
JORGE S. CASILLAS / MADRID