No se ha avanzado en materia de accesibilidad a la lectura y el conocimiento para ciegos en el mundo.
Lisa Murphy trabajó un promedio de 50 horas en cada una de las 17 imágenes del primer libro pornográfico para ciegos, es decir, con textos en braille y con imágenes en relieve. Para esta fotógrafa, que también es voluntaria en el Instituto Nacional Canadiense para Ciegos, el suyo es un trabajo de amor.
Lo describe así porque nace de la preocupación de que siendo la sociedad actual altamente sexualizada como es, a las personas ciegas simplemente se les ha dejado de lado en este ámbito. También explica que su libro Tactile Minds no es precisamente “porno” sino erótico o desnudo artístico.
Lo cierto es que hacer accesible el erotismo a los ciegos es el espíritu de esta publicación hecha casi artesanalmente con páginas de plástico termoformado y espiral. Editado en 2010, el libro se vende completo (230 dólares canadienses) o en partes en la páginahttp://tactilemindbook.com/.
Las imágenes casi esculpidas a mano son torsos de hombres y mujeres, vaginas, penes; su más reciente actualización incluye una fotografía de las piernas torneadas de una mujer que culminan en unas zapatillas altas y el trasero en tanga rosa.
“No existen libros de desnudos para adultos con ceguera. Playboy tuvo una edición con texto braille entre 1970 y 1985, pero sin imágenes. Los ciegos han sido marginados en una sociedad saturada de imágenes sexuales”, ha dicho la fotógrafa para explicar la utilidad de su proyecto.
Facilitar el acceso a lectura y el conocimiento contenido en libros a las personas con discapacidad no se ha logrado aunque intentos ha habido muchos. Hace casi 200 años, por ejemplo, el francés Louis Braille creó un código de alfabetización que brinda todas las habilidades de comunicación para que las personas que no pueden ver tengan acceso a la lectura, al conocimiento y, en general, al mundo en el que viven. Pero hacer libros en braille es caro y a nadie le interesa porque no representa un negocio.
La segunda discapacidad que sufren más mexicanos es la ceguera. Tan difícil es vivir con ella que el promedio de educación de personas discapacitadas es de 6 años; solo 3 de cada 100 alumnos en esta condición alcanzan niveles superiores de educación y posgrado, de acuerdo con estadísticas del Comité Internacional Pro Ciegos.
Eduardo Hernández, presidente de la asociación Discapacitados Visuales IAP lo plantea así: “La labor de hacer accesible la lectura y el conocimiento ha quedado en manos de iniciativas privadas y, en general, son acciones aisladas”.
La Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (Conaliteg) ha editado desde hace casi 50 años los libros de primaria en braille, pero los niños que eran débiles visuales estaban obligados hasta a aprender el código. Fue hasta hace apenas dos años que esta comisión editó libros en macrotipos (letras grandes), y para el ciclo escolar que corre se editaron, por primera vez, los libros para secundaria.
Este trabajo hecho por el gobierno mexicano es un ejemplo claro de las dificultades que significa hacer libros en braille. Joaquín Díez-Canedo, director de la Conaliteg, explica que estos libros cuestan hasta 40 por ciento más que los impresos en tinta. Además, una hoja escrita en tinta puede transformarse en 8 o 9 impresas en el código para ciegos, lo que hace poco práctico su traslado y que los niños se queden con ellos en casa.
Incluso es tan dificultosa y tanta la carga de trabajo para la Conaliteg, que aunque tiene sus propias máquinas impresoras para hacer los libros que se necesitan cada año, para el 2014 tuvo que apoyarse en impresores independientes para producir un 20 por ciento de lo que se necesitaba para el ciclo escolar que está en curso.
“Fuera de ello, no hay una política que acerque ya no digamos la literatura sino el conocimiento a los mexicanos ciegos o débiles visuales. Esto es una realidad en muchos países, principalmente en América Latina. En su periodo presidencial Felipe Calderón se propuso dotar de material a las más de 7 mil 500 bibliotecas de todo el país, pero fue un proyecto que no se culminó: hoy apenas unas 100 bibliotecas cuentan con ello. De las editoriales comerciales grandes, a ninguna le interesa, aunque se lo hemos propuesto”, explica Eduardo Hernández.
Copias de libros en tinta
Añade que “hay pocos libros que nacen en braille, es decir, que fueron pensados en ese código originalmente. En la asociación tenemos unos cuatro, algunos que introducen al uso del braille, escritos por nuestro fundador, Ignacio León Robles, quien era ciego, y un libro de álgebra”.
Lo que sí existe, en su experiencia, son organizaciones no gubernamentales que imprimen libros en braille, como es el caso de Discapacitados Visuales IAP. Añade: “Este es un gremio muy pequeño: no somos más de 20 impresores en todo el país. Lo que hacemos es transcribir a braille libros ya impresos en tinta mediante máquinas y un programa de software especial para ello”.
Es de tal magnitud el problema que la Unión Mundial de Ciegos lanzó la campaña Right to Read —derecho a leer—, que busca alcanzar un instrumento internacional que garantice el acceso a la lectura por parte de las personas ciegas y con baja visión. Por ejemplo, establece excepciones mínimas a los derechos de autor para los libros para personas con discapacidad visual u otras discapacidades para la lectura.
De esta campaña y a partir de la reserva de países europeos y de Estados Unidos, se busca la ratificación de 20 países en Latinoamérica para la entrada en vigor de esta medida mediante el Tratado de Marrakech. México lo firmó apenas en noviembre de 2014, pero hasta ahora ningún país lo ha ratificado.
Mientras tanto, una persona que en México quiere continuar sus estudios tiene que pagar hasta 50 por ciento más que por un libro en tinta.
Es tan pobre la impresión de estos libros que en la reciente edición de la Feria Internacional del Libro de 2014 se instaló, por segunda ocasión, unstand de libros para ciegos y débiles visuales donde participaron 8 editoriales de libros braille y 2 editoriales de audiolibros. Ciertamente son pocos en comparación con las casi dos mil editoriales que se exhiben en este evento, y eso que para este año dobló la presencia de editoriales para discapacitados visuales.
Entre las pocas editoriales dedicadas a esta población se encuentran la argentina Erizo, las brasileñas Wg Products y Fundación Dorina Nowill, las mexicanas Amaquemecan, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla —que recientemente editó Octavio Paz. Hombre, Vida, Obra. 1914-1998— y la editorial El Tecolote, que edita El libro negro de los colores, que no es una edición solamente para ciegos sino también para personas que sí ven o normovisuales.
El último libro mencionado trata sobre cómo se percibe el mundo siendo ciego; todo el volumen es en negro y el texto ordinario también está escrito en braille. Las ilustraciones tienen la peculiaridad de estar en relieve, así que además se pueden tocar. La obra muestra la historia de dos niños; uno de ellos se sorprende y describe la manera en que su amigo Tomás, quien no ve, puede apropiarse el mundo: es capaz de oír, oler, tocar, saborear e imaginar los colores.
“No somos una editorial dedicada a esto, pero de acuerdo con nuestra experiencia no hay editoriales que editen este tipo de libros. A nosotros nos preocupa hacer conciencia sobre esta realidad, y por eso tenemos una serie que ganó el premio Ragazzi, el más importante para las publicaciones infantiles”, señala Patricia Urrutia, directora de esta editorial.
A lo anterior se suman otros problemas, como el hecho de que no existe una escuela en México que forme a los transcriptores encargados de pasar textos a braille, pues aunque existe un software que lo puede hacer, la persona encargada de este trabajo debe conocer el proceso cognitivo de un ciego y adaptar los textos a su forma de comprender el mundo y tomar decisiones sobre las imágenes: si les dan relieve o si las describe.
Eduardo Hernández se ha capacitado como transcriptor en el extranjero, gracias a la promoción y subvención de Fundación ONCE de España, que invita a los interesados a tomar este tipo de cursos.
Por otra parte, muchos ciegos o débiles visuales no quieren usar braille: se les hace aburrido y pesado, por lo que prefieren comprar audiolibros, que son una buena opción en los casos en que la persona perdió la vista siendo ya mayor.
“Se estila que mientras más joven sea la persona es mejor que aprenda braille, porque este código le brinda todas las herramientas de la comunicación oral y escrita. ¿Cómo va a saber que una letra va acentuada si no la lee? En matemáticas, por ejemplo, no hay opción: requiere braille”, explica Eduardo Hernández de Discapacitados visuales IAP, que imprime libros, graba audiolibros y ofrece varios servicios a las personas con discapacidad visual.
Bibliotecas
Si no hay editoriales que produzcan libros en braille, tampoco muchas librerías especializadas en estos materiales, generalmente las librerías cuentan con uno que otro material accesible a discapacitados visuales.
Lo que ocurre generalmente es que si una persona requiere un material en braille solicita la transcripción a alguna de las organizaciones civiles como Discapacitados Visuales, o la Universidad La Salle que se dedican a ello, estas mismas organizaciones tienen catálogos de libros que han transcrito por iniciativa propia. Otra opción es consultar las bibliotecas braille existentes.
En su Sala Braille, la Biblioteca José Vasconcelos ofrece servicios personalizados, indica Maricela Téllez Girón, responsable del área de lectura en voz alta, grabación de información, búsqueda y recuperación de información, impresión en braille (cuenta con 4 máquinas), lectores de texto (10 máquinas que escanean el libro y lo leen con voz), préstamo de equipo de cómputo con voz parlante, una colección de 400 títulos de audiolibros (5 mil ejemplares), 10 máquinas ampliadoras de texto hasta 65 veces su tamaño para personas con debilidad visual y, una colección de libros en braille de 500 títulos (2 mil ejemplares en donde hay literatura universal, superación personal y cuentos infantiles)
De acuerdo con la responsable, esta sala recibe entre 15 y 20 usuarios al día de lunes a domingo. Los libros más consultados son Arde Nueva York, Caballo de Troya, Doce cuentos peregrinos, El planeta de los simios y Curación por el masaje.
Rosario Gamboa, responsable de la Sala Braille de La ciudad de los libros, ubicada en La Ciudadela, señala que actualmente hay más de 200 títulos, entre los que la literatura es la materia más extensa. Entre los libros más consultados se encuentran los de H. P. Lovecraft, Isabel Allende, la Biblia y Noticias del imperio.
“Aquí tenemos un promedio de 300 usuarios por mes, pero llega a alcanzar un número de hasta 500. Entre los servicios tenemos el de lectura, grabación, búsqueda de información en la web y trabajos en computadora. Para quienes son maestros elaboramos exámenes, maquetas y otros servicios no tipificados”.
Habría que ver a cada uno de los 12 trabajadores de esta sala leyendo mensajes de texto de su celular a un usuario ciego, contestarle su correo electrónico, escuchando sus problemas. Por lo que se ve aquí es un servicio completo.
También se encuentran la Biblioteca del Comité Internacional Pro Ciegos en la colonia Santa María La Ribera, que cuenta con tiene siete mil ejemplares, además de audiolibros y libros digitalizados; la Biblioteca Nacional, en Ciudad Universitaria, que cuenta con un total de mil 799 títulos de 474 autores, entre los que destacan cuentos, novelas y ensayos. Tiene lo más avanzado en tecnología para atender a sus usuarios.
Todo ello implica un avance, aunque falta mucho por hacer. Aún queda lejos la preocupación de la revista Selecciones del Reader’s Digest, que, a la par de la revista en tinta editaba la versión en braille, por allá de los años 40.
Un código de seis puntos
El sistema braille, inventado en el siglo XIX, está basado en un símbolo formado por 6 puntos. Aquellos que estén en relieve representarán una letra o signo de la escritura en caracteres visuales.
Es importante destacar que no es un idioma, sino un código. Por lo tanto, las particularidades y la sintaxis serán las mismas que para los caracteres visuales.
El tamaño y distribución de los 6 puntos que forman el llamado Signo Generador no son caprichos sino el fruto de la experiencia de Louis Braille. Las terminaciones nerviosas de la yema del dedo están capacitadas para captar este tamaño en particular.
Pero este signo solo permite 64 combinaciones de puntos, que son insuficientes para toda la variedad de letras, símbolos y números de cada idioma. Esta limitación obliga a la invención de los llamados “símbolos dobles”.