Acerca de José Vasconcelos


«Vasconcelos es hoy en día la figura de mayor relevancia intelectual en Hispanoamérica. El conde Hermann de Keyserling afirma, en sus Meditaciones Suramericanas, que 'José Vasconcelos es el ideólogo más original que hasta hoy ha habido en la América del Sur' (pág. 231, Meditaciones Suramericanas, traducción española, Madrid 1933). Y páginas adelante, en el capítulo que consagra a la 'Delicadeza', nos asegura: 'En América del Sur pueden encontrarse ya los primeros elementos de una concepción del mundo autóctona y original. Reposa sobre el concepto de delicadeza. El argentino Leopoldo Lugones postula para su país una cultura de la belleza semejante en estilo a la antigua... Pero el pensador más representativo es el mexicano José Vasconcelos.'
En algún lugar de la América del Sur, un buen día le llamaron a Vasconcelos 'el Maestro de las juventudes de América'. Y es lo cierto que adondequiera que vaya –en sus frecuentes viajes por los países iberoamericanos– hay siempre un puñado de estudiantes que esperan a su maestro, en la estación ferroviaria o en el aeropuerto, ansiosos de escuchar de sus labios una nueva idea o una palabra de estímulo.

No he conocido hombre que le importen menos las distinciones académicas. Las universidades de Chile, Puerto Rico, Salvador, Guatemala y México le han conferido el grado de doctor en filosofía «honoris causa». Es miembro del Colegio Nacional y académico de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Real Academia Española de la Lengua. España le ha otorgado sus más altas condecoraciones. Estados Unidos le ha llamado, con frecuencia, para que dicte conferencias en sus principales universidades. Pero Vasconcelos desprecia el éxito. Cuando éramos estudiantes nos aprendimos, de una de sus más célebres conferencias, aquel fragmento: 'El éxito es estéril y mediocre, se acomoda con el instante, muere con él, no suscita ni anhelos ni virtudes. Lo que se trunca por alzarse demasiado, conserva vigor en las raíces para recomenzar el asalto de la altura...'

En materia de Sociología, la teoría vasconceliana de 'La Raza Cósmica' se ha visto confirmada en las obras de Toynbee, que advierte en la historia un proceso hacia la heterogeneidad y mezcla de todas las razas. Vasconcelos insiste en que a la larga vendrá la unificación de la especie, con aumento de sus potencias si logra aprovechar las virtudes de los componentes.

En Filosofía, José Vasconcelos reclama el derecho a que se juzguen como originales suyas las tesis siguientes:

a) La teoría del Apriori Estético, en la cual se afirma que el fenómeno de la belleza obedece a formas específicas, que son: el Ritmo, la Melodía, la Armonía y el Contrapunto, formas independientes totalmente de las formas lógicas aristotélicas.

b) La teoría de la coordinación mental que liga conjuntos heterogéneos. Cuando pensamos en un objeto, por ejemplo, ponemos en un sector de la mente lo que nos dice del objeto la Física, lo que nos dice la Química, lo que nos dice la Literatura, y así la labor del filósofo va a consistir en coordinar todas esas esferas del conocimiento, para lograr algo que ya no es 'Logos', sino Armonía. La verdad, en consecuencia, ya no es la reducción de lo particular a lo general –piensa nuestro filósofo–, sino el secreto de la coordinación de valores irreducibles uno al otro, pero que se ligan por la vida y la acción, dando por resultado una existencia como armonía.

c) En su ensayo titulado La Sinfonía como forma literaria, Vasconcelos lanzó por primera vez la tesis de que el arte supone la combinación de elementos heterogéneos que se coordinan en forma no intelectual, sino en forma armónica y estética, a efecto de producir efectos de conjunto, que son perfectamente inteligibles y además sensibles y que no tienen nada que ver con las conclusiones lógicas de la mente. Esta tesis coincide con las ideas sobre la belleza del poeta Elliot, en sus Cuartetos, escritas, como diez años después, según lo ha hecho notar el filósofo norteamericano Philip Wheelwright.

En la obra escrita de José Vasconcelos hay un semillero de ideas geniales que, mediante un apropiado cultivo, pueden tener un desarrollo fecundo. Vasconcelos puede salvarse, para la posteridad, en antología. Y aún no se ha hecho una verdadera antología de la obra filosófica de nuestro pensador.

¿Por qué Vasconcelos, a diferencia de tantos otros filósofos, ha logrado enardecer a las juventudes en fervor hacia él? Porque ha amado, sin transigir, lo bello y lo valioso; porque ha preferido la Verdad antes que la paz...

Estemos o no estemos de acuerdo con muchos actos de su vida, no caigamos en el mezquino vicio de restar méritos a ese su arte de ser fiel a sí mismo; fidelidad heroica que no ha podido ser aprisionada por el público. Esa pasión, ese calor y esa vida que ha sabido poner en sus libros, subsistirán mucho tiempo después que se hayan perdido en el olvido los nombres de sus detractores.

Filósofo de alma ardiente y luchador activo en la calle, ha concluido por abrirse a lo sobrenatural para evadirse de esta paradoja: ser más que hombre sin dejar de ser hombre. Su itinerario no ha transcurrido en vano. La esperanza –aventura en curso– penetra a través del tiempo y funda su vida.» 

(Agustín Basave Fernández del Valle, La filosofía de José Vasconcelos, el hombre y su sistema, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid 1958, páginas 451-454.)