Books Ngram Viewer
 es una aplicación lanzada por Google en 2010 de la que 
sorprendentemente se ha hablado muy poco en todo este tiempo. La 
aplicación utiliza una base de datos compuesta por más de 500 mil 
millones de palabras sacadas de más de 5,2 millones de libros 
digitalizados entre 1500 y 2008 en algunos de los idiomas más 
habituales. Funciona a modo de buscador, informando del número de veces 
que una palabra ha sido utilizada en la literatura ‒en los libros 
escaneados‒ en un año en concreto. También es posible realizar gráficas 
con la evolución del uso de una palabra a lo largo de un período de 
tiempo o comparar la cantidad de veces que se han utilizado varias 
palabras.
Esta aplicación puede
 ser una herramienta muy valiosa para realizar análisis históricos, 
lingüísticos o literarios. Si se saben interpretar los datos, el tipo de
 palabras que utilizan los libros puede darnos información muy útil 
sobre el momento histórico en que fueron escritos. Por ejemplo, los 
libros usan un vocabulario distinto si están escritos en época de 
crisis. Además, es posible hacer búsquedas concretas, como las 
referencias que se hacen de un escritor alemán judío antes, durante y 
después de la Alemania nazi; o se puede determinar, con relativa 
certeza, la aparición de determinados conceptos, como por ejemplo la 
malaria. También se pueden analizar los trending topics de la literatura, los temas que se ponen de moda y que innevitablemente están relacionados con el contexto histórico.
 Ahora bien, el uso de
 Google Ngrams presenta varios problemas. El primero y más evidente es 
que, como todos los análisis estadísticos, trabaja con un corpus cerrado
 de datos, es decir, que no tiene en cuenta todo lo escrito sino 
solamente lo escaneado por Google. 
Resulta cuanto menos curioso que no 
ofrezca resultados en relación con la búsqueda «Harry Potter». Por otra 
parte, mientras que en inglés es posible afinar un poco más las 
búsquedas ‒permite cerrarlas a libros escritos en inglés americano, en 
inglés británico o libros de ficción‒, en español y en el resto de 
idiomas de momento ofrece los datos de todos los libros escaenados, sin 
que exista la posibilidad de descartar géneros, variantes geográficas u 
obras concretas ‒piénsese en cómo pueden elevar las estadístias de un 
personaje histórico dos o tres obras biográficas‒. Por último, hay que 
tener cierto cuidado con las búsquedas. Si se quieren comparar el uso de
 varias palabras hay que tener la precaución de que ninguna de esas 
palabras se utilice en contextos distintos. Por ejemplo, si se hace una 
comparativa con escritores hay que tener en cuenta que no tengan un 
apellido común o que al nombrarlos no se suela hacer con el nombre y uno
 o dos apellidos.
   En una comparativa de los autores del 27
 uno espera encontrarse en los primeros puestos a Lorca y a Alberti, 
como efectivamente ocurre en la actualidad, pero llama sobre todo llama 
la atención el pico de referencias a Dámaso Alonso durante la etapa 
franquista. El escritor empieza a despuntar en 1944, sin duda por la 
publicación de Hijos de la ira, y las menciones caen en picado 
con el principio de la transición. Vicente Aleixandre está siempre en un
 lugar discreto, aunque su popularidad sube en la década de los 70, 
seguramente por la concesión del Nobel. Lorca, del que nunca dejó de 
hablarse, alcanza su punto máximo en los últimos años del siglo XX, 
coincidiendo con el aniversario de su nacimiento. Alberti también se 
hace más popular en los años posteriores a su muerte.
   Al trabajar con los autores que generalmente se incluyen dentro de la generación perdida
 se empiezan a percibir posibles fallos en la aplicación. En la medida 
de lo posible he tratado de incluir los escritores en dos formas, con 
apellido y con nombre y apellido. Con Ezra Pound no me parece justo y 
con Fitzgerald los resultados varían mucho si se añade solo este último 
apellido ‒de otro modo no me creo que haya quedado tan abajo‒. William 
Faulkner parte con ventaja desde 1900 a pesar de que empezó a escribir 
en la década de los 20. De cualquier modo, sirve para comprobar la 
manera en la que Faulkner y Hemingway se desmarcan del resto de 
escritores. Curiosamente, entre 1970 y 1990 Hemingway se puso más de 
moda que Faulkner, pero con posterioridad a esas fechas se han igualado 
hasta el extremo de que hoy en día Faulkner es más popular que 
Hemingway.
   Si comparamos a algunas de las figuras más representativas del boom latinoamericano, en un amplio sentido, introduciendo también a algunos escritores que sin pertenecer en sentido estricto al boom
 son precursores, vemos que gana con diferencia Jorge Luis Borges. Todos
 empiezan a despuntar en la década de los 60, incluso aquellos autores 
que tienen obras publicadas con anterioridad, como Alejo Carpentier o 
Juan Carlos Onetti. En el caso significativo de Juan Rulfo ‒que sale 
bastante bien parado‒ casi la totalidad de su obra es anterior a los 60,
 y que tiene un ascenso en 1980 coincidiendo con la publicación de El 
gallo de oro. Vemos que los escritores se dividen en dos grandes grupos,
 dependiendo del número de menciones que se haga de ellos. Quizá sea por
 gustos personajes, pero sorprende ver el discreto lugar que ocupa 
Gabriel García Márquez, seguramente el primer autor en el que pensarán 
muchos lectores al oír hablar del boom.
   He querido hacer una última búsqueda con personajes y se me ha ocurrido utilizar algunos de los más habituales en el género de terror.
 Los resultados de la momia habría que tomarlos con cautela, ya que esta
 palabra no se utiliza únicamente en literatura. Por lo demás, está 
claro que el personaje de terror más popular de la literatura es el 
vampiro, sobre todo a partir de los 80. El hombre lobo y el zombi son 
monstruos cuya existencia casi no se documenta hasta los 80. 
Concretamente, el zombi ha alcanzado una mayor popularidad en los 
últimos años ‒y hoy en día sigue a la alza‒. Con lo que respecta a 
Frankestein, a pesar de lo que pudiera parecer, prácticamente no tiene 
menciones.