El agua pura, límpida, inocente,
que, virgen, la campiña recorría,
salta del mármol a la luz del día,
rompe en espuma, tumultuosamente.
Neptuno, al centro, junto a su tridente,
tiene al tritón en su cortesanía,
ya un tronco esbelto de hipocampos guía
en la onda del artístico torrente.
Raudal montuoso, vena campesina,
que un acueducto, en pompa, te encamina
hasta el brocal del grave monumento.
El mito extático a la voz cantora
con su albicante majestad decora:
tu afán de vidrio es todo el movimiento.