José María de Pereda
José María de Pereda y Sánchez Porrúa (Polanco, 6 de febrero de 1833 + Santander, 1 de marzo de 1906) Novelista español, máximo representante del tránsito del
costumbrismo regionalista a la prosa de ficción realista del siglo XIX.
Era el último de veintidós hermanos de una familia de abolengo montañés
y de arraigado catolicismo. En su pueblo natal y en el próximo de
Requejada pasó sus primeros años. Trasladados sus padres a Santander,
ingresa en el Instituto Cántablo, donde cursa segunda enseñanza,
obteniendo el título en 1850.
Marcha para Madrid en
1852 a preparar su ingreso en la Academia de Artillería de Segovia,
según su propia afición y la decisión de su familia. Durante algún
tiempo estudió matemáticas, pero el ambiente de tertulias y teatros
madrileño le hicieron olvidar su primera vocación atrayéndolo hacia el
mundo de las letras. En 1855 vuelve a Santander, donde enferma
gravemente de cólera. Convaleciente, se traslada a Andalucía y de nuevo
en Santander colabora en el periódico La Abeja Montañesa. Funda luego, en colaboración, el "novenario" El tío Cayetano.
A partir de 1864 comienza su vida literaria con la publicación de las Escenas montañesas,
bien acogidas por la crítica, que se le mostrará cada vez más
favorable. Pasó una breve temporada en París y posteriormente, vuelto a
Santander, pasa a ser secretario de la Sección de letras del Ateneo
santanderino. Desde entonces hasta 1868 abandona la literatura. Contrae
matrimonio con doña Diodora de la Rivilla en el año 1869, y adicto al
partido carlista es nombrado diputado por Cabuérniga. Pero disgustado
con el mundo de la política y por consejo de Menéndez y Pelayo, retorna a
la literatura.
De carácter afable, pero retraído,
continuó viviendo en Santander o en Polanco. A partir de 1884 salió al
fin de la montaña activando su vida; nuevamente en su tierra natal se
dedica al fomento del provincialismo santanderino, protegiendo
publicaciones y la composición del álbum De Cantabria. Preocupado
siempre por el tema del regionalismo, estando en Barcelona como
mantenedor de unos juegos florales, pronuncia un discurso en este
sentido, de gran resonancia.
En 1897 fue elegido por
la Academia Española individuo de número, versando su discurso de
ingreso sobre la novela regional. La contestación corrió a cargo de
Pérez Galdós con un extenso estudio sobre la personalidad literaria de
Pereda Su vida continúa en Santander y en Polanco, con algunos
desplazamientos. En 1904, yendo hacia Jerez de la Frontera, le sorprende
la enfermedad que había de llevarle a la muerte poco después de su
traslado a Santander.
En la producción literaria de Pereda se advierte un
doble tipo de obras, en cuya enumeración y enjuiciamiento resumimos su
actividad de artista. Integran el primer grupo, costumbrista y
descriptivo, en el que lo importante es el elemento regional, Escenas montañesas (1864) y Tipos y paisajes (1871), cuadros costumbristas en los que encontramos narraciones tan notables como La leva y El fin de una raza; Bocetos al temple (1870), muy discutido y elogiado por la crítica; Tipos trashumantes (1877), recopilación de una serie de cuadros costumbristas publicados en el periódico La Tertulia; Esbozos y rasguños (1881); El sabor de la tierruca
(1882), de una sencillez que conmovía a Menéndez y Pelayo, a la vez que
parte de la crítica, adversa, hablaba de los "limitados horizontes" de
Pereda; Sotileza (1885); La Puchera (1889), de un vigoroso costumbrismo; Nubes de estío (1891), que provocó una famosa disputa con la Pardo Bazán; Al primer vuelo (1891), idílica y sentimental; Peñas arriba (1895), Pachín González sobre la explosión del vapor "Cabo Machichaco".
El
lamento por la destrucción que implica el progreso, y la idea de que
toda novedad conduce a la corrupción y al caos moral son los ejes
fundamentales de las novelas de tesis: Los hombres de Pro (1872), de sentido político; El buey suelto (1878), sobre el matrimonio y el celibato, réplica de Balzac; Don Gonzalo González de la Gonzalera (1879), contra el caciquismo; De tal palo, tal astilla (1879), antítesis de Gloria, de Pérez Galdós; Pedro Sánchez (1883), desarrollada en el Madrid del siglo XIX, y La Montálvez
(1888), novela de la aristocracia y de la alta burguesía de Madrid, de
la que expone a la manera de Zola el ambiente corrompido. Escribió
también algunas piezas teatrales de escaso valor, reunidas en el tomo
titulado Ensayos dramáticos (1869).
La
crítica literaria ha pasado de una sobrevaloración excesiva, nacida de
un ambiente regionalista y basado sobre todo en el incondicional elogio
de Menéndez Pelayo, a un olvido casi absoluto. Pereda es más que nada un
hombre de su tiempo y a ello debe atenerse una crítica eficaz.
Indudablemente no interesa el Pereda novelador de tesis, compitiendo con
su gran amigo Galdós o con Zola. Muy distinto es, sin embargo, el
Pereda regionalista, incluso en este campo limitado, mucho más que la
Pardo Bazán, y que estudiamos en sus obras principales, Sotileza y Peñas arriba,
"el idilio y la epopeya del mar y la montaña santanderina". Lo mejor de
su obra lo constituyen estas novelas centradas en la exaltación del
paisaje y las costumbres de su región, en las que alaba la vida
campesina, natural y sencilla como supremo modelo ético y estético de
existencia.
Sotileza (1885) cuenta la
historia de una muchacha a la que pretenden tres hombres, y tiene como
telón de fondo la existencia marinera de los pescadores de Santander. En
Sotileza tenemos una de las novelas más conseguidas del siglo
XIX, en la que sin embargo no es el tema lo más interesante, sino la
magistral descripción de los tipos, y la de los paisajes y del puerto de
Santander. Peñas arriba (1895) vuelve a elogiar las virtudes
tradicionales, esta vez en el escenario de la alta montaña; atrae la
gran belleza de esta obra en la que de nuevo encontramos la pobreza de
acción y de drama. Lo importante son los escenarios.
En
el marco novelístico del siglo XIX español, Pereda se nos aparece
simplemente como un realista -y así se calificaba él mismo rehuyendo el
calificativo de naturalista- de carácter independiente. No existen, en
efecto, en el autor montañés intenciones de escuela. En realidad, ni
siquiera es un profesional de las letras. Escribe simplemente por una
imperiosa necesidad de su espíritu, y ahí nos quedan en el cauce de un
lenguaje vivo y poderoso, esas descripciones de unos paisajes y de unos
ambientes de un mundo en suma grave y pesado, extraño a la sensibilidad
actual, pero en el que hay que reconocer factores estéticos de primer
orden.
Principales obras
Al primer vuelo: Idilio vulgar
Baños del sardinero
Blasones y talegas
Buena gloria
El buey suelto...
De tal palo tal astilla
Don Gonzalo González de la Gonzalera
Un joven distinguido y otros tipos trashumantes
Leva y otros cuentos
La Montálvez
Nubes de estío
Pedro Sánchez
Pachín González
Peñas arriba
Para ser un buen arriero
La puchera
El sabor de la tierruca
Sotileza
Baños del sardinero
Blasones y talegas
Buena gloria
El buey suelto...
De tal palo tal astilla
Don Gonzalo González de la Gonzalera
Un joven distinguido y otros tipos trashumantes
Leva y otros cuentos
La Montálvez
Nubes de estío
Pedro Sánchez
Pachín González
Peñas arriba
Para ser un buen arriero
La puchera
El sabor de la tierruca
Sotileza