La obra de Lewis Carroll es mucho más que un libro infantil, pero hay que conocer sus claves. Éstas son las pautas para poder entrar en la madriguera
Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll, una de
las obras maestras de la literatura inglesa. Y aunque todos conocemos
qué nos cuenta el libro a grandes rasgos, sobre todo debido a las
múltiples adaptaciones de las que ha disfrutado, sigue siendo una obra
relativamente desconocida.
El libro de Lewis Carroll tiene múltiples lecturas. Es, por supuesto,
una aventura destinada a lectores infantiles, pero también un
escalofriante reflejo de la conflictiva personalidad de su autor, una
sátira de su época y una obra maestra del humor absurdo. Convertida ya
en un icono pop, Alicia aún tiene mucho que enseñarnos y sus continuas
mutaciones en forma de reediciones, adaptaciones, parodias e inspiración
para otros artistas garantiza País de las Maravillas para rato.
Por si aún no te has dejado maravillar por el mundo sin sentido de
Lewis Carroll, tenemos unos cuantos consejos para que no te quedes sin
fiesta de no-cumpleaños. Esta es la guía para exploradores principiantes
del País de las Maravillas.
-Déjate llevar. Pese a todo lo que leas (aquí mismo, sin ir más lejos), no está mal que no pierdas del todo la perspectiva. Alicia en el País de las Maravillas es un libro infantil. Uno extraordinario, como El mago de Oz o Matilda o La historia interminable,
pero que tiene claro en todo momento a quién se dirige. Desde su mismo
origen, de hecho: Lewis Carroll lo escribió para su amiga Alice Liddell,
de diez años, y la función del texto era el de ser disfrutado
exclusivamente por ella en su primera versión, Alice's Adventures Under Ground
(que, por supuesto, ha sido editado también, incluso en versión
facsímil, respetando la caligrafía e ilustraciones del autor). Por eso
gran parte de la dinámica de la historia se estructura en base a lo que
divierte a los niños: caer por toboganes sin fin, correr, esconderse,
romper cosas, hacer preguntas.
Lo que pasa es que Carroll odiaba los libros con moraleja final
destinados a niños, muy habituales en la Inglaterra victoriana, en los
que se advertía a los pequeños lectores (a veces explícitamente) que
debían obedecer a sus padres o respetar a sus hermanos. Por eso Alicia
no tiene moraleja y transmite esa sensación de anarquía: no es que no
sea un libro moral, es que no da leccioncitas desde un pedestal.
Posiblemente sea una de las razones que le han permitido envejecer tan
bien. Moraleja (nosotros no tenemos los reparos que tenía Carroll): Alicia en el País de las Maravillas es un libro infantil, pero eso no debería detenerte.
-Piérdete en los matices. Pero Alicia en el País de las Maravillas
no es únicamente un libro infantil, claro. Por ejemplo, es un ejercicio
de técnica literaria espectacular, lleno de juegos verbales y de
significados múltiples que lo convierten en una pequeña maravilla para
estudiosos de la lengua. También es una sátira de la sociedad de su
tiempo, con nada veladas referencias a la realeza (aunque la reina
Victoria llegó a recibir a Carroll para felicitarle por el libro, del
que era fan) y a las clases altas de la Inglaterra de la época. Alicia en el País de las Maravillas
critica a numerosos estamentos de la época y a su ansia por aparentar
delante de los poderosos, y lo hace de forma muy inteligente: extrayendo
el contexto social parecen todos una pandilla de tronados. Por ejemplo,
el capítulo en el que los animales hacen una carrera en círculo para
secarse al salir del lago y uno de ellos es nombrado ganador cuando se
decide arbitrariamente detener la carrera (aunque todos reciben un
premio) es una parodia de las caucus races,
las elecciones internas de los partidos políticos de la época. Y la
obsesión de personajes como la Oruga, el Sombrerero o el gato de
Cheshire por obligar a Alicia a que se comporte de forma racional cuando
todos ellos están como regaderas es una estupenda reflexión sobre...
bueno, esencialmente sobre hacerse adulto y la vida que te espera allí.
En cualquier caso, como mejor funciona Alicia es como desbordante
escaparate de imaginación sin freno. Aunque Carroll toma algunos
elementos previos de géneros humorísticos establecidos (de la mítica
publicación satírica Punch -donde muy a menudo se vestía a políticos y distintos estamentos sociales como animales- a la corriente literaria del non-sense
inglés), básicamente inventa un nuevo género, y lo hace a base de
amontonar absurdos. Los cambios de tamaño, personajes como los
mencionados o el Dodo, la Falsa Tortuga, el Grifo, la Duquesa o la Morsa
y el Carpintero (estos en la secuela, A través del espejo) son
hipnóticos por su absoluta falta de asideros con la realidad. Carroll se
zambulló en su subconsciente, contó lo que encontró allí y por el
camino cosquilleó el nuestro con una obra que aún hoy resulta excitante
por su elevadísimo nivel de disparate.
-Entiende por qué es una obra de culto. A lo largo de su historia, Alicia en el País de las Maravillas
ha sido reivindicada por distintos colectivos ajenos a las corrientes
dominantes de la cultura. Por ejemplo, los surrealistas vieron en la
lógica narrativa de Alicia algo muy próximo a un sueño. Y con razón: los
recursos de Carroll no tocan solo los temas de un sueño agitado -las
persecuciones que no van a ningún sitio, esconderse de nada, cambios de
tamaño, objetos y escenarios mutantes-, sino que a veces parece hacer
guiños muy específicos al fascinante mundo de los sueños lúcidos y a la
peculiar textura líquida de las pesadillas.
También en los sesenta la cultura de la psicodelia relacionó a Alicia
con los viajes de LSD, algo que obviamente estaba muy lejos de las
intenciones de Carroll, pero que resulta singularmente apropiado: de
nuevo estamos en el mundo líquido de los sueños, uno que resulta poco
fiable si se percibe con los sentidos tradicionales. Por no mencionar
todo el tema de la ingestión de sustancias que hay en el primer tramo de
la novela: come esto, bebe lo otro, cambia de tamaño... no es de
extrañar que "La madriguera del conejo" se convirtiera en un sinónimo
para los viajes psicodélicos y que Jefferson Airplane convirtiera las
tropelías de Alicia en un himno de la era con White rabbit
("Una píldora te hace crecer, y otra te hace pequeña / Y las que te da
tu madre no te hacen nada / Pregúntale a Alicia cuando mida diez pies de
altura"). Una de las mejores definiciones del libro en ese aspecto la
dio Tim Burton cuando presentaba su horrenda adaptación: "Alicia en el
País de las Maravillas es como una droga pensada para niños"
El motivo esencial por el que Alicia se ha convertido en un icono de
la contracultura a lo largo del siglo XX está claro: es un libro con un
trasfondo siniestro indiscutible. No hay que olvidar que, por muy
infantil que sea (y entroncando con que Hansel y Gretel y Caperucita Roja
tampoco es que sean cuentos infantiles que ensalcen la alegría de
vivir), al final es la historia de una niña que huye de un montón de
locos que no atienden a razones y que quieren agredirla, algunos de
forma muy sangrienta. Eso y determinados momentos de poesía oscura
(Alicia está a punto de ahogarse en un mar creado por sus propias
lágrimas de ira y frustración) y caos desconcertante en estado puro (la
fiesta de no-cumpleaños podría pertenecer a una película de los Hermanos
Marx -grandes fans, cómo no, del libro-). No hay que escarbar demasiado
para encontrar los esqueletos en el armario del País de las Maravillas.
-Hazte con una buena edición. Si vas a empezar leyéndote Alicia en el País de las Maravillas
en español, es imprescindible que atiendas a dos cosas. Por un lado,
que la traducción sea buena y sepa reinterpretar y adaptar los continuos
juegos de palabras del original. Por otro, que esté anotada, lo que es
importante para aclarar los pasajes intraducibles (por ejemplo: la morsa
-walrus- y el carpintero -carpenter- son en realidad la misma palabra a
la que se ha aplicado un juego de transformación lógica de sus nombres
inventado por Carroll y llamado syzygy-). Pero también para que vayas
entendiendo el a veces localista contexto social del libro (otro
ejemplo: ¿sabías que "Más loco que un sombrerero" era una expresión
habitual en la Inglaterra victoriana porque los gases que aspiraban
fabricando los sombreros les hacían perder el juicio?).
Te recomendamos tres ediciones. Por un lado, las imprescindibles de
Alianza Editorial y Cátedra, extraordinariamente anotadas y con
traducciones impepinables. Y luego está Alicia anotada, editado
por Siruela, un tocho espectacular que incluye las dos novelas
comentadas nada menos que por Martin Gardner, matemático, divulgador,
mago y experto en Carroll. Prácticamente todas las Alicias anotadas
posteriores (entre ellas las de Alianza y Cátedra) beben de aquí, y
quizás no sea ideal para dar los primeros pasos, pero más adelante
acabarás picando. Seguro.
-Documéntate sobre la época y el autor. Por
supuesto, Alicia no es una de esas obras que necesites leer con una
edición con miles de notas y con documentación externa. Mira el primer
punto: esto es un libro de aventuras y con eso es suficiente para
disfrutarlo. Pero si te informas sobre el autor y sus circunstancias
sumarás capas de significado a un libro ya de por sí bastante simbólico.
Lewis Carroll era el seudónimo del reverendo Charles Lutwidge
Dodgson, profesor de matemáticas en Oxford y diácono de la Iglesia
Anglicana. Tímido y reservado, era un apasionado de la fotografía, los
juegos matemáticos (sus libros de acertijos y problemas aritméticos son
una delicia), la experimentación con el lenguaje, la fotografía (también
fue un pionero en ese campo) y los niños. Adoraba a los niños y trabó
una fuerte amistad con los hijos pequeños del deán, especialmente con
Alice Liddell, de diez años, a la que en un día de picnic entretuvo
improvisando la chiflada historia que luego se convertiría en Alicia en el País de las Maravillas. La imagen más famosa de la Alice real es una foto que le hizo Carroll en la que aparece disfrazada de mendigo.
La foto tiene una atmósfera algo perturbadora, como la tienen muchas de
las más de mil quinientas fotos de niños que hizo Carroll, todas con el
permiso correspondiente de los padres (muchas de estas imágenes se han
recuperado de manos de las familias de los niños, que las conservaban
como recuerdos de la época). Bueno, ¿qué está pasando aquí? ¿Hemos
llegado a la clave de por qué Alicia en el País de las Maravillas es tan peculiar?
No exactamente: en la Inglaterra victoriana se tenía una percepción
muy particular de los niños, compartida por Carroll, como vehículos de
inocencia absoluta e incorrompible, en contraposición a lo que era una
sociedad adulta pecaminosa y corrupta. Las imágenes de niños desnudos o
semidesnudos (Carroll hizo una treintena) eran habituales y no tenían
las connotaciones actuales. Sin embargo...
En 1863 sucedió algo en la relación de Carroll con los Liddell que
hizo que apenas volviera a ver a los cinco hijos de la familia. No se
sabe qué pasó exactamente porque los herederos de Carroll arrancaron las
páginas de esos años de su diario y ese secreto murió con Alice Liddell
en 1934, cuando aún no se había empezado a cuestionar la personalidad
de Lewis Carroll. Se cree que el autor comunicó a los padres de Alice
que estaba enamorado de su hija y que quería casarse con ella ("de forma
honorable y a través de los padres", según la teoría de Florence Becker
Lennon en Victoria through the looking glass), algo que los
padres de la niña no aceptaron al tener la criatura solo 11 años. A
partir de ahí la relación de Carroll se enfrió aunque no se interrumpió,
ya que Alice recibió como regalo el manuscrito de Alice's Adventures Under Ground en 1864.
Desde mediados del siglo XX, Alicia en el País de las Maravillas ha
sido analizado no solo por sus valores literarios, sino también como
psicoanálisis de la mente de Carroll. Y se ha dicho de todo, claro: que
es una vía de escape para deseos prohibidos (volvemos a la idea de una
niña perseguida y agredida por un montón de adultos, algo que a ella
parece no importarle demasiado) y que hay una imaginería en el libro
(Alicia cayendo por la madriguera, el cuello de Alicia estirado hasta lo
indecible) que funciona como metáfora de cuestiones muy turbias. Aún
hoy, es complicado llegar a alguna conclusión: hay una corriente de
pensamiento reciente que afirma que proyectamos nuestros prejuicios e
ideas contemporáneas sobre el autor, que en realidad tenía una vida
romántica bastante convencional e incluso tirando a activa, como se ha
ido demostrando con cartas y diarios. En cualquier caso, más capas de
enigma sobre el significado de Alicia.
-Léelo en inglés. Si te gusta cuando lo leas en tu
idioma materno, no es mala idea que luego lo intentes en la versión
original. La sonoridad y ritmo de la versión original es intraducible, y
aunque no seas completamente bilingüe, leer las parodias de las
canciones infantiles y los nombres y réplicas de los personajes en
versión original es muy recomendable. Para que te hagas una idea de qué
te pierdes, acude a La caza del carabón, un tremendo poema
narrativo que puedes encontrar en edición bilingüe a manos de Editorial
Lumen y que es perfecta para hacerse una idea de los prodigios que el
autor era capaz de conseguir con su idioma natal.
-Picotea en distintas ediciones. Muchas de las
ediciones del libro que encontrarás (las tres que te hemos recomendado)
están ilustradas por John Tenniel. Te resultarán familiares: en blanco y
negro, caricaturescas y extrañamente poco apropiadas para un libro
infantil, pese a su gran calidad. Desde su primera edición, con estas
ilustraciones, Alicia en el País de las Maravillas ha sido
reinterpretada millones de veces, en todos los idiomas del mundo, en
todos los formatos posibles. Miles de artistas han ofrecido su visión de
la obra de Carroll, desde las más convencionales ilustraciones estilo
infantil a otras más experimentales. Dado el talante enigmático,
imaginativo y abierto del texto, es un campo abonado para que los
ilustradores se dejen llevar, y los resultados son interesantísimos en
autores tan diversos entre sí como Ralph Steadman, Pat Andrea, Camille
Rose García o Harry Rountree, entre muchísimos otros.
*Nota al margen: El autor tiene más
de trescientas ediciones distintas en su colección de Alicias. Sirva
este epígrafe como recomendación o como advertencia, según como se
interprete.
-Mírate las películas. Como pasa con las distintas
ediciones ilustradas del libro, las películas que lo han adaptado son
interesantes para comprobar cómo distintos artistas han reinterpretado
una obra que, francamente, cada lector imagina de una manera. Olvídate
de la de Tim Burton: la mejor es la chifladura animada de Disney de
1951, tan icónica hoy día como el libro original, y que capta
perfectamente el ambiente demencial del texto. Como demencial es Alice
(1988), una pieza pesadillesca del animador surrealista Jan Svankmajer
que reescribe muy a su manera las sugerencias oníricas del libro. Y si
te gustan los adultos vestidos con trajes ridículos, busca las versiones
de 1933, 1972 y 1985: cartón-piedra a mansalva, gigantes, cabezudos... Y
luego, como extra, tienes el placer de revisar películas que han
recibido inspiración no confesa del libro de Carroll y descubrirles
nuevos matices desde ese prisma. Empieza por Dentro del laberinto, la de David Bowie
-Y luego... La secuela. Es decir, Alicia a través del espejo.
Publicada en 1871 y de nuevo ilustrada por John Tenniel, es un libro
igual de imaginativo, pero algo menos caótico y más cerebral. El libro
tiene la estructura de una partida de ajedrez (real, que se puede seguir
en un tablero), y en él Alicia atraviesa un espejo para entrar en el
mundo onírico. La nueva villana es también una reina, pero en vez de
salir de la baraja pertenece al mundo ajedrecístico: es la Reina Roja.
Muchísimo más complejo que la primera parte (la Reina Blanca, por
ejemplo, es capaz de recordar el futuro), el libro tiene una buena
cantidad de personajes y situaciones absolutamente icónicos, como los
mastuerzos Tararí y Tarará, la mencionada historia de la Morsa y el
Carpintero y el breve y merecidamente mítico poema
épico-trabalingüístico del Jabberwocky, que en español se ha llamado,
según la traducción, Fablistanón, Galimatazo, Guirigayero o Jerigóndor.