Carmen Laforet, su mundo novelesco

Entre las observaciones que suscita Nada, la primera novela de Carmen Laforet, se suele destacar que es un testimonio literario de primerísima importancia en lo que concierne a la sociedad española de posguerra. En este punto cabe añadir que la escritora pone de relieve el desgaste de los sentimientos, la angustia y el íntimo extravío que dominaron la etapa postbélica, como un regalo envenenado para los supervivientes. La evidencia se impone: el trabajo subterráneo y destructor del enfrentamiento civil va mucho más allá de la lista de bajas en combate, y así lo encara Laforet, sin estridencias ni alusiones obvias, a través de la literatura y su choque de rebote sobre la vida. Esta sutileza en el planteamiento es lo que habremos de comprobar aún mejor al distinguir algún detalle vital de esta excelente escritora. Nacida en Barcelona el 6 de septiembre de 1921, Carmen Laforet se traslada junto a su familia a Las Palmas de Gran Canaria cuando sólo cuenta un año de edad. En 1939, cuando la guerra ha terminado, regresa a la capital catalana para estudiar Filosofía y Letras, y en sus calles descubre esa desgana que también transmite Andrea, la joven protagonista de Nada. Hacia 1940 Laforet consigue publicar sus primeros cuentos en el semanario Mujer, editado en Santander, y en 1942 viaja a Madrid, donde, tentando una nueva vocación, se matricula en Derecho. Si se mira bien, la nueva carrera sugiere una búsqueda de respuestas que, finalmente, desembocará en la literatura.

Entre enero y septiembre de 1944, Carmen Laforet se emplea en la redacción de Nada. Un año después, el proyecto de la joven obtiene una resonancia inesperada. No sólo gana en la primera convocatoria del premio Nadal de novela; también se le otorga el Fastenrath, agotándose en breve plazo tres ediciones. En la monografía que dedica a su madre, Agustín Cerezales Laforet recoge varios testimonios que dan una idea del eco obtenido. Veamos qué le dice a Carmen, desde su exilio, el poeta Juan Ramón Jiménez:

Acabo de leer Nada, este primer libro suyo, que me llegó, en segunda edición, de Madrid. Le escribo, interrumpiendo la lectura, por su... no, para decirle que le agradezco la belleza tan humana de su libro (...) mucha parte, sin duda, un libro de uno mismo y más de lo que suele creerse, sobre todo un libro como el de usted, que se le ve nutrirse, hoja tras hoja, de la sustancia propia de su escritora.
A tales elogios, que por espontaneidad parecen nuevos y singulares, se suma Ramón J. Sender cuando escribe acerca de la versión inglesa del libro:

La traducción, de Charles F. Payne, es discreta y respetuosa, aunque podría ser mejor. (...) Carmen Laforet es una escritora de gran talento y la primera que en la historia española nos da entera y sin disfraz el alma femenina «desde dentro». Naturalmente sólo una mujer podría pretender una tarea tan delicada.
¿Diremos que estas frases, anotadas desde ultramar, son la mejor alabanza para un libro que descifra el embotamiento español? En verdad, éste es su valor último: la mirada femenina, precisa e inteligente, sobre una España empecinada en viejos agravios. Es cierto que ese libro, por el mero hecho de ser el primero y más exitoso, parece resumir la obra de Laforet. Pero esa idea resulta demasiado esquemática —e indudablemente injusta— cuando se advierten las calidades de la restante bibliografía de esta escritora, sobre todo a partir del periodo de búsqueda espiritual que inicia en 1951. Desde sus primeras líneas, constatamos esta intensidad literaria en la novela La isla y los demonios(1952), en la colección de cuentos La muerta (1952) y en la serie de novelas breves que tituló La llamada (1954). El Premio Nacional de Literatura declara las bondades de su tercera novela, La mujer nueva (1955), también presentes en La insolación (1963), primer tomo de una trilogía que rotula, con honda expresividad, Tres pasos fuera del tiempo. Por lo bajo, en el nivel de la crónica personal, comprendida desde adentro, cabe citar el volumen Paralelo 35(1967), donde Laforet reproduce su viaje por los Estados Unidos. A partir de aquí, la producción se detiene, y sólo llegan a la imprenta su antología de cuentos La niña y otros relatos (1970) y la serie de artículos que en 1971 escribe para el diario ABC. Pero ello le basta: la suma de su obra pertenece ya a la literatura española más aguda de la segunda mitad de siglo. 

 Por Guzmán Urrero Peña