"En vano proclamaréis la idea de la igualdad; esa idea no 
tomará cuerpo mientras la familia esté en pie. La familia es un árbol de
 este nombre, que en su fecundidad prodigiosa produce perpetuamente la idea nobiliaria."
Juan Donoso Cortés
"Cuando la idea de la propiedad descaece, el sentido de la familia se disuelve en nada. Quienquiera impugna la primera, ataca también a la segunda. La idea de herencia, adherida a la existencia de todo cortijo, todo taller y toda antigua firma comercial, así como a las profesiones continuadas de padres a hijos, y que ha encontrado su más alta expresión simbólica en la monarquía hereditaria, garantiza la fortaleza del instinto de raza."Oswald Spengler
Pocos
 intelectuales han sido tan certeros como nuestro Donoso Cortés ante la 
cuestión de diagnosticar -y en ocasiones profetizar- la naturaleza del 
tumor maligno que, ya a mediados del siglo XIX, carcomía el alma de nuestra civilización mediante la propagación de las ideas racionalistas.
Y
 es que Donoso, en un alarde de preclara objetividad, mostró hasta qué 
punto el utillaje ideológico de la escuela socialista fue extraído de la
 escuela liberal; la única diferencia estriba en que aquélla se atrevió a
 hacer explícitas las últimas consecuencias que ya anidaban, bien que de
 forma implícita, en los dogmas de ésta. Podríamos decir, pues, que el 
gran mérito del socialismo fue que llegó a ser más consecuente que su 
progenitor ideológico: simplemente, dio una vuelta de tuerca más a un 
programa liberal que, por mucho que sus acérrimos defensores lo nieguen,
 llevaba en su seno la semilla de la destrucción.
Conviene
 repasar, sin embargo, algunos de los textos que nos legó este genial 
escritor. En especial, ciertos capítulos publicados en su obra "Ensayo 
sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo", donde expresa con
 argumentos inatacables cómo la "igualdad" que preconizaban las corrientes liberales, en la que se incluía una concepción materialista e insolidaria de la sociedad, desembocaban irremediablemente en la disolución de la familia y la consiguiente expropiación económica por parte del Estado (que es, precisamente, la piedra angular de todo el andamiaje socialista). Escuchemos a Donoso:
"De aquí se deducen las siguientes consecuencias : Siendo los hombres perfectamente iguales entre sí, es una cosa absurda repartirlos en grupos, como quiera que esa manera de repartición
 no tiene otro fundamento sino la solidaridad de esos mismos grupos, 
solidaridad que viene negada por las escuelas liberales como origen perpetuo de la desigualdad entre los hombres. Siendo esto así, lo que en buena lógica procede es la disolución de la familia : de tal manera procede esta disolución
 del conjunto de los principios y de las teorías liberales, que sin ella
 aquellos principios no pueden realizarse en las asociaciones políticas."
Otros de los aspectos en los que incide Donoso es en el "giro copernicano" que el liberalismo otorgó al significado de la propiedad. Antes de la irrupción
 del racionalismo, el sentido de la propiedad se hallaba 
indisolublemente unido al símbolo familiar; de esta suerte, era la 
propiedad hereditaria y lo que ésta representaba
 quien "poseía" al titular de la misma. En cambio, con la aparición de 
las ideas liberales esta relación se invierte: ahora es el "individuo"- 
esa abstracción que tanto daño ha causado a nuestra perspectiva 
histórica- el que posee una propiedad que, desligada del elemento 
hereditario y familiar, se transforma en mera cosa. El tránsito del 
patrimonio raigal al dinero queda así abierto. De nuevo Donoso nos alerta de la enorme trascendencia de este cambio de mentalidad:
"Pero la supresión de la familia lleva consigo la supresión de la propiedad como consecuencia forzosa. El hombre, considerado en sí, no puede ser propietario de la tierra, y no puede serlo por una razón muy sencilla : la propiedad de una cosa no se concibe sin que haya cierta manera de proporción entre el propietario y su cosa, y entre la tierra y el hombre no hay proporción de ninguna especie. Para demostrarlo cumplidamente
 bastará observar que el hombre es un ser transitorio, y la tierra una 
cosa que nunca muere y nunca pasa. Siendo esto así, es una cosa 
contraria á la razón que la tierra caiga en la propiedad de los hombres, considerados individualmente. La institución de la propiedad es absurda sin la institucion de la familia (...) La tierra, cosa que nunca muere , no puede caer sino en la propiedad de una asociación
 religiosa ó familiar que nunca pasa. (...) La escuela liberal, que de 
todo tiene menos de docta, no ha comprendido jamas que siendo necesario 
para que la tierra sea susceptible de apropiación, que caiga en manos de quien pueda conservar su propiedad perpetuamente, la supresión de los mayorazgos y la expropiación de la Iglesia con la cláusula de que no pueda adquirir es lo mismo que condenar la propiedad con una condenación irrevocable. (...) La desamortizacion eclesiástica y' civil, proclamada por el liberalismo en tumulto, traerá consigo (...) la expropiación universal. Entonces sabrá lo que ahora ignora : que la propiedad no tiene razón de existir sino estando en manos muertas, como quiera que la tierra, perpetua de suyo, no puede ser materia de apropiación para los vivos que pasan, sino para esos muertos que siempre viven."
Ahora
 bien, tras conseguir el objetivo de desarraigar a los hombres, la 
"sociedad"-o lo que queda de ella- se convierte en un despojo compuesto 
por "individuos" aislados y anónimos. Así es como el siglo XX
 conoció la disputa, puramente económica, entre el "liberalismo" y el 
"socialismo", esto es, entre los "individuos" y el Estado. Y si hoy en 
día se sigue hablando de la victoria del liberalismo frente al estatalismo soviético tras la caída del muro de Berlín, es porque se ignora la deriva estatalista
 que las democracias "liberales" impulsaron, sobre todo a mediados de 
siglo, merced a las modernas teorías del Estado Social. De ahí la 
sorprendente actualidad de las proféticas conclusiones de Donoso:
"Cuando los socialistas, despues
 de haber negado la familia como consecuencia implícita de los 
principios de la escuela liberal ,- y la- facultad de adquirir en la 
Iglesia, principio reconocido así por los liberales como por los 
socialistas, niegan la propiedad como consecuencia última de todos estos
 principios, no hacen otra cosa sino poner término dichoso a la obra 
comenzada cándidamente por los doctores liberales. Por último, cuando despues
 de haber suprimido la propiedad individual el comunismo proclama al 
Estado propietario universal y absoluto de todas las tierras, aunque es evidentemente
 absurdo por otros conceptos , no lo es si se le considera bajo nuestro 
actual punto de vista. Para convencerse de ello basta considerar que, 
una vez consumada la disolucion de la familia en nombre de los principios de la escuela liberal , la cuestion de la propiedad viene agitándose entre los individuos y el Estado únicamente. Ahora bien: planteada la cuestion
 en estos términos, es una cosa puesta fuera de toda duda que los 
títulos del Estado son superiores á los de los individuos, como quiera 
que el primero es por su naturaleza perpetuo, y que los segundos no 
pueden perpetuarse fuera de la familia."
