Inca Garcilaso de la Vega
Quien se acerque hoy al edificio de la Biblioteca Nacional de 
España podrá ver los carteles que anuncian la exhibición de “La 
biblioteca del Inca Garcilaso de la Vega”.
 En el mismo recinto, en estos días, también están abiertas al público 
una gran muestra de grabados de Rubens y Van Dyck y una pequeña pero 
deliciosa exposición sobre los legados del episodio del Retablo de Maese
 Pedro en Don Quijote. La presencia del Inca en la fachada de ese 
emblemático edificio madrileño, a 400 años de su fallecimiento, nos 
recuerda que la riqueza del Renacimiento no solo se funda en las 
tradiciones del Viejo Mundo, sino en los cruces y migraciones de la 
primera globalización que se inició en el siglo XVI, y de la cual el 
mestizo cusqueño Garcilaso de la Vega, nacido en 1539, es su más 
destacado representante.
Resulta especialmente relevante que la conmemoración del cuarto 
centenario se haga también desde la capital española y su gran 
biblioteca, que es uno de los principales repositorios de la cultura 
letrada del mundo. La exhibición recoloca al Inca en su contexto y lo 
muestra como un intelectual plenamente conectado con la filosofía, 
historia y política del Renacimiento y Humanismo, pero también con la 
riqueza cultural del Tahuantinsuyo y la nueva sociedad colonial.
La exposición ha sido concebida como una reconstrucción de la 
biblioteca personal del Inca al momento de su muerte, el 22 o 23 de 
abril de 1616 en la ciudad andaluza de Córdoba. En el Archivo de 
Protocolos de esa ciudad se guarda un documento fundamental para nuestro
 conocimiento de las lecturas del Inca: el inventario de sus bienes, 
realizado por sus albaceas inmediatamente después de su muerte. Este 
documento, que se expone al público por primera vez, registra 188 
títulos y revela una nutrida biblioteca que nos permite conocer mejor el
 perfil intelectual –pero también social y económico– del escritor 
cusqueño en su vejez.
Al ingresar en la sala, el visitante se enfrenta al viejo legajo que 
contiene el testamento y el inventario de bienes del Inca, escritos en 
la letra notarial de la época. La reconstrucción de la biblioteca 
privada del escritor mestizo se apoya en dicho inventario. Se exhiben 
cerca de cien libros, la mayoría del siglo XVI, y varios objetos 
culturales y reproducciones digitales –préstamos del Museo de América, 
la BN del Perú, el Archivo Arzobispal de Lima– que definieron también la
 formación intelectual y afectiva del Inca. Así, vasos ceremoniales, 
keros, tejidos de la cultura inca prehispánica y colonial y objetos de 
la indumentaria del conquistador comparten la sala con la poesía épica 
de Ariosto, con las “Antigüedades de las ciudades de España” de Ambrosio
 de Morales o el pensamiento político de Jean Bodin, entre muchos otros.
 Además, en las paredes se muestran grabados y mapas que dan cuenta de 
la geografía imperial y la cultura colonial que el Inca representa. Se 
trata del inicio de nuestra modernidad, hecha de desplazamientos, 
recomposiciones, nostalgias e invenciones de la tradición.
El inventario de bienes no detalla los títulos que registra. En 
muchos casos, todo lo que sabemos es que Garcilaso poseía un “Catálogo 
de libros prohibidos” o una “Arquitectura”. Afortunadamente, desde 1948,
 gracias al trabajo de José Durand y otros estudiosos, la mayoría de 
esas entradas han sido identificadas, aunque queda mucho por estudiar. 
La investigación para la exposición y el catálogo nos ha permitido 
precisar algunos títulos ignorados. Gracias a este trabajo hoy podemos 
señalar, por ejemplo, que el Inca poseía un ejemplar de “El segundo 
cerco de Diu”, poema épico del portugués Jerónimo Corte-Real sobre el 
asedio otomano a las colonias lusitanas en el Océano Índico.
La cultura humanística de Garcilaso es evidente en el cuidado de su 
prosa, en su metodología, en sus trabajos de traducción y en la 
trascendencia de su proyecto historiográfico, características que lo 
separan de la escritura informativa de la mayoría de las relaciones de 
Indias. En este sentido, los títulos de su biblioteca confirman su 
cercanía con el Renacimiento y la cultura clásica, desde la “Retórica” 
de Aristóteles y el neoplatonismo de Ficino hasta los tratados de 
educación y moral de la nobleza de Alessandro Piccolomini y Baldassare 
Castiglione, pasando por los estudios de arquitectura romana de Andrea 
Palladio y Andrea Fulvio. Asimismo, los diccionarios de lengua quechua 
conectaban la cultura humanística de su biblioteca con su interés 
histórico y político en materia peruana. La exhibición incluye los tres 
diccionarios de quechua publicados entre 1560 y 1608. Uno de ellos, el 
“Arte y vocabulario”, salido de la nueva imprenta de Lima en 1586, fue 
uno de los primeros libros impresos en Sudamérica. Otros títulos, como 
los “Comentarios a Job” de Juan de Pineda y “Del origen y principio de 
la lengua castellana” de Bernardo de Aldrete, no solo revelan los 
intereses filológicos del Inca, sino que muestran que el peruano era 
leído, citado y respetado por sus contemporáneos andaluces.
En la sala destacan todas las primeras ediciones de los libros del 
Inca: su traducción de los “Diálogos de amor” (1590), “La Florida del 
inca” (1605), “Los comentarios reales” (1609) y su libro póstumo, “La 
historia general del Perú” (1616-1617), además de las traducciones 
francesas e inglesas y reimpresiones españolas del XVIII. La muestra 
incluye también las primeras ediciones de los cronistas de Indias que el
 Inca leyó y discutió con elegancia; y manuscritos esenciales para la 
cultura andina que conserva la biblioteca española, como las relaciones 
de Santa Cruz Pachucuti y de los quipucamayos. Todo este material que 
conforma la biblioteca y archivo del Inca se recoge en el catálogo de 
239 páginas ilustradas que acompaña la exposición.
El Inca fue un hombre de libros, contemporáneo de Cervantes y 
Shakespeare, con quienes compartió además el mismo año –y quizá la 
fecha– de muerte. Fue un escritor mestizo, que se ufanaba de escribir 
como indio y de ser natural del Cusco, “otra Roma en su imperio”. Su 
inmenso aporte a la cultura andina es inobjetable, pero también su 
contribución a las ideas y prosa del Renacimiento.
EL DATO
La exhibición “La biblioteca del Inca Garcilaso de la Vega” se 
inauguró el 29 de enero en la Biblioteca Nacional de España, en la sala 
Hipóstila del monumental edificio de Paseo de Recoletos en Madrid. 
Organizada y curada por Esperanza López Parada, Marta Ortiz Canseco y 
Paul Firbas, editores también del catálogo, la muestra podrá visitarse 
hasta el 2 de mayo del 2016.
 
