Manuel Díaz Rodríguez
Manuel Díaz Rodríguez (Chacao, Miranda, 28 de febrero de 1871 - Ciudad de Nueva York, 24 de agosto de 1927) es uno de los escritores más representativos del modernismo en toda Hispanoamérica. Fueron sus padres Juan Díaz Chávez y Dolores Rodríguez, inmigrantes canarios llegados a Caracas en 1842.
La instrucción primaria la cursó el joven Díaz Rodríguez en su casa.
Después entró en el Colegio Sucre, entonces bajo la dirección del doctor
Jesús María Sifontes. En 1886 se graduó de bachiller. Posteriormente
ingresó en la Universidad Central, donde se graduó de médico en 1891.
En
la Universidad Central, Díaz Rodriguez conoció al doctor Adolfo Ernst,
uno de los renovadores del pensamiento científico venezolano. Una vez
graduado de médico, Díaz Rodríguez quiso completar sus estudios en
Europa y así viajó por Francia, Italia, el Oriente, etc. En 1894 el
médico regresó a su patria. Pero en 1895 volvió a Francia. En París
publicó entonces su primer libro: Sensaciones de Viajes, editado
por Garnier. El año siguiente regresó a Caracas, donde fija su
residencia hasta 1899, año en que contrae matrimonio con una hija del
escritor Eduardo Calcaño: Graciela. Ese mismo año el escritor emprende
de nuevo viaje a París. Allí permanece hasta 1901. Para entonces es
autor de Confidencias de Psiquis (1897), De Mis Romerías (1898), Cuentos de Color (1899), Idolos Rotos (1901). La profesión de médico había sido opacada por su gran vocación de escritor.
En
1902 murió el padre de Díaz Rodríguez y entonces el escritor tuvo que
trasladarse a la hacienda patema, a instancias de su madre, para hacerse
cargo de la dirección de aquel patrimonio. Siete años pasa de esta
manera en el campo. En 1909, a la caída del régimen político de Cipriano
Castro, el escritor sale de su retiro rural. Se pone al frente de la
dirección de un periódico: «El Progresista». Allí hace sus primeras
armas de político junto con otros renombrados escritores, como Rufino
Blanco Fombona, Pedro Manuel Arcaya, César Zumeta, etc, de los cuales se
separó bien pronto.
En 1909 entra Díaz Rodríguez a servir en
los destinos públicos; es nombrado vicerrector de la Universidad Central
de Venezuela. Al año siguiente es designado representante de Venezuela
en la Conferencia Panamericana que se llevó a cabo en Buenos Aires. En
1911 fue investido con el cargo de Director de Educación Superior y de
Bellas Artes en el Ministerio de Instrucción Pública. Tres años después
fue elevado a Ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela. En 1915
fue elegido Senador por el Estado Bolívar. En 1916, Ministro de Fomento.
Dos años más tarde vuelve a los estrados del Congreso como
representante del Estado Bolívar. En 1919 es nombrado Ministro
Plenipotenciario en Italia. En este último destino Díaz Rodríguez
permaneció tres años. De regreso a Venezuela, en 1925 es nombrado
Presidente del Estado Nueva Esparta, y al año siguiente pasa a
desempeñar la Presidencia del Estado Sucre.
Minado por una
terrible enfermedad en la garganta, Díaz Rodríguez buscó los recursos de
la ciencia en Nueva York por el año de 1927. Pero a los tres meses de
haber llegado allí, falleció el día 24 de agosto.
La primera obra literaria de Manuel Díaz Rodríguez es Sensaciones de Viajes (1896).
Para entonces, Díaz Rodríguez no es más que un joven médico,
desconocido en los medios de la literatura patria. Por el estilo, el
buen gusto demostrado por el escritor, su cultura, bien pronto le van a
ganar crédito para su brillante porvenir. Hasta los académicos
estuvieron de acuerdo en que Díaz Rodríguez entraba con paso firme a la
literatura venezolana y premiaron su obra primigenia. Sensaciones de Viajes
es un libro lleno de bellezas, inspirado en el pasado artístico de
Italia, en sus paisajes, en sus gentes, que el autor supo querer y
admirar durante toda su vida. Esta primera obra de Díaz Rodríguez, de
impresiones de viaje, que era una obligación de los escritores del 900,
se complementa con De Mis Romerías publicada dos años después de haber aparecido Sensaciones de Viajes. Cronológicamente, la segunda producción literaria de Díaz Rodríguez es su libro Confidencias de Psiquis (1897).
Este libro se compone de cuadros, con ciertas características que se
acercan a las de la novela. En él la constante es la del amor. Pero amor
sensual.
A Confidencias de Psiquis sigue la publicación de Cuentos de Color (1899).
La ola del modernismo se impone hasta en la misma denominación de los
cuentos. Pero, sin duda, estos cuentos preparan el camino al escritor
hacia la novela. En ellos hay buenas incursiones psicológicas a través
de esbozos de personajes, y se pone de relieve, una vez más, el delicado
estilo del escritor. Nueve son los cuentos que componen el volumen.
Entre ellos sobresalen "El Cuento Blanco" y "El Cuento Gris". En Cuento
Blanco asoma de nuevo la nostalgia italiana. El recuerdo del
Mediterráneo inspira esa bella historia, matizada de suaves tonalidades,
impregnada de una delicadeza y una candidez infantiles.
En 1901 aparece la primera novela de Díaz Rodríguez: Idolos Rotos.
La escribe durante los últimos años vividos en París. Variados y
airados comentarios provocó la novela de Díaz Rodríguez en los círculos
literarios venezolanos. La novela en sí no es más que el contraste que
ofrece al artista, a sus anhelos de superación y refinamiento, un medio
inculto como el nuestro. Alberto Soria, el protagonista, es un escultor
lleno de pesimismo con respecto a nuestro porvenir. Este pesimismo lo
lleva a detestar su patria. Por eso exclama: «Y yo nunca realizaré mi
ideal en este país. Nunca podrá vivir mi ideal en mi patria. ¡Mi patria!
¡Mi país! ¿Acaso éste es mi país?». En la novela también aparece el
bosquejo de un adulterio entre Alberto y Teresa Farías, y finaliza con
una tremenda sátira, tanto de cáracter político como social, contra la
Caracas de la época. Mucho se parece Idolos Rotos a Todo un Pueblo,
novela del escritor Miguel Eduardo Pardo, donde se arroja hiel sobre la
sociedad caraqueña coetánea. En realidad, la novela de Díaz Rodríguez,
que como novela en sí no tiene mucho valor, puesto que su trama es
verdaderamente indeleble, se propuso divulgar el arte de moda. En ella
Díaz Podríguez pone de manifiesto su aristocracia artística, aprendida
en cierto modo de los grandes maestros del decadentismo europeo, como un
D'Annunzio, un Barrés, los Goncourt. Los personajes de esta novela de
Díaz Rodríguez están alimentados por un afán cosmopolita muy
pronunciado, en los que los problemas de su país se resuelven con el
olvido y con el viaje a Europa. Finis Patrie es como el epílogo del
vencido Alberto Soria en Idolos Rotos. Por todo esto, Idolos Rotos ha
sido considerada en la novelística venezolana como una de las
importantes novelas pesimistas de principios de siglo. Y a ello se debe
que críticas como Gonzalo Picón Febres, Julio Planchart y Mariano Picón
Salas le hayan impugnado en cierta forma, exigiendo al novelista más
calor nacional, mayor entereza en sus personajes para enfrentarse a
nuestras situaciones políticas y sociales, tenidas como obstáculos en
Idolos Rotos, ante los ideales de Alberto Soria.
En 1902 Díaz Rodríguez publica su segunda novela: Sangre Patricia.
Para el crítico chileno Arturo Torres Rioseco, esta novela «es un
estudio de psicopatología». En ella, sin duda, se refleja el rico mundo
del continente suramericano en la literatura, el cual para el momento de
la aparición de la novela no había sido explorado en forma alguna. En
Sangre Patricia, el color verde es como símbolo de la locura. Tulio
Arcos, el protagonista, después de la muerte de Belén, su amada, que
tenía los ojos verdes, cree ver en todo, o en el mar que se tragó el
cuerpo o los ojos verdes que constituyen como la obsesión de toda su
vida. Raro sueño de artista es la figura deslumbrante de Bélen: «Aquella
novia que mostraba en su belleza algo del color, un poco de sal y mucho
del misterio de los mares. Bien se podía ver en su abundante y
ensortijada cabellera la obra de muchas Nereidas artistas que tejiendo y
trenzando un alga, reluciente como las sedas y reluciente como la
endrina, encantaron el ocio de las bahías y las grutas; al milagro de su
carne parecían haber asistido el alma de la espuma y el alma de la
perla abrazadas hasta fundirse en la sangre de los más pálidos corales
rosas; y sus ojos verdes eran como minúsculos remansos limpísimos,
cuajados de sueños, en una costa virgen toda llena de camelias blancas».
Como toda la obra de Díaz Rodríguez, hay que destacar el valor
artístico de esta novela. En ella el novelista acude a símbolos
estéticos y psicológicos que le colocan entre los precursores de una
novelística de verdadero ámbito universal en América.
Después de Sangre Patricia,
Díaz Rodríguez, entregado de lleno a la política, guarda un receso de
casi ocho años, durante el cual no publica nada de importancia
literaria. En 1910 publica un libro de ensayos, intitulado Camino de Perfección.
En él Díaz Rodríguez pasa de creador en el arte a teórico del arte. En
Camino de Perfección está expuesto con claridad e impecable estilo el
credo estético del gran artista que era Díaz Rodríguez. En cuanto a
ciertas líneas de carácter social, Camino de Perfección está dentro de la misma línea de Ariel, de José Enrique Rodó. En 1918 apareció el libro Sermones Líricos. Está compuesto por discursos, apostillas y notas.
Después de su libro Cuentos de Color,
Díaz Rodríguez publicó otros cuentos, como "Egloga de Verano", "Las
Ovejas y Las Rosas del Padre Serafín" y "Música Bárbara". Este último
levantó una verdadera polvareda en el concurso promovido por «El Cojo
Ilustrado» en 1904, en el que por circunstancias de carácter moral
obtuvo el primer premio el escritor Alejandro Fernández García con su
cuento a Bandera con mucho inferior al del gran estilista.
La última obra publicada por Díaz Rodríguez fue su novela Peregrina o el Pozo Encantado
la cual apareció en 1922. En el subtítulo el escritor explica que se
trata de una novela de rústicos del valle de Caracas. La trama de la
novela es por demás sencilla y elemental, Dos hermanos, Bruno y Amaro,
están enamorados de una misma muchacha, Peregrina. Bruno es un tipo
alegre, nervioso; Amaro, no es correspondido por Peregrina. Pero Bruno,
en busca de otras aventuras amorosas, se va alejando paulatinamente de
Peregrina. Esta descubre que ha quedado embarazada de Bruno y muchos
amigos intervienen para que el joven vuelva hacia ella y se case. Sin
embargo, todo resulta inútil. Amaro es de los que ruega con mayor
vehemencia a su hermano que no destruya el honor de Peregrina, y ante la
contestación negativa de Bruno, está a punto de matarlo. En medio de
todos estos contratiempos, Peregrina trata de suicidarse, lanzándose a
las turbulentas aguas de una creciente. Amaro la salva. Bruno vuelve a
su lado. Pero la muchacha muere. De El Pozo Encantado saldrán armonías que sólo pueden oír las almas enamoradas. En Peregrina,
Díaz Rodríguez se emparenta con Romero García, por una parte, y con
Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, por otra. En esta novela, abandona su
afán puramente estético y se compenetra con su tierra, con el paisaje,
con los hombres del campo. Aun cuando la trama de Peregrina es por demás
corriente y el autor demuestra poca técnica en la creación de
personajes rudos, la novela ha pasado como la mejor de Díaz Rodríguez,
en nuestra historia literaria, por el estilo y por la descripción de la
naturaleza, la cual alcanza plenitud y belleza en la cincelada prosa del
artista. En Peregrina canta, una vez más, la naturaleza a la
que Díaz Rodríguez rendía tanto culto. El Avila, sereno y sin nubes,
señorea en el paisaje. En la frescura del valle florecen los cafetales y
los araguaneyes diademados de oro. La lluvia entona su fina canción en
los atardeceres; en los barbechos, la semilla se hincha de esperanza; en
el azul de la montaña se proyectan la alegría y la riqueza de la
región. Peregrina es realmente como un poema a esa naturaleza soberbia,
hermosa que rodea al valle de Caracas.
Con Valle Inclán y con
Rodó ha sido comparado Díaz Rodríguez, por su prosa llena de belleza,
por la elegancia de su estilo, por la precisión de sus conceptos.
Efectivamente, Díaz Rodríguez es quizá el más alto prosista de los
últimos cincuenta años de la literatura venezolana. Después de su
muerte, fue publicado un ameno libro suyo bajo el titulo de Entre las Colinas en Flor.
Novelas
Ídolos RotosSangre Patricia
Peregrina
Cuentos
Confidencias de la PsiquisCuentos de Color
Ensayo
Sensaciones de viajeDe mis romerías
Camino de perfección y otros ensayos
Motivos de meditación ante la guerra y por Hispanoamérica
Sermones Líricos I.
Sermones Líricos II.
Prosas de arte, justicia y devoción
Nuevas prosas
Cuatro sermones líricos
Entre las colinas en flor
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