Parzival de Wolfram von Eschenbach
Resumen: Los siglos XII y XIII representan el momento de florecimiento de la literatura medieval alemana (1150-1250), época que algunos críticos han denominado el primer clasicismo. Bajo el reinado de Federico I, Barbarroja, se desarrolla un gran interés por el ámbito francés. Ello va a tener como consecuencia que la literatura alemana medieval se nutra de asuntos de la literatura francesa, en particular los de las novelas caballerescas del ciclo artúrico, entre las que destaca el Parzival de Wolfram von Eschenbarch.
Los siglos XII y XIII representan el momento de
florecimiento de la literatura medieval alemana (1150-1250), época que algunos
críticos han denominado el primer clasicismo. Bajo el reinado de Federico I,
Barbarroja, se desarrolla un gran interés por el ámbito francés. Ello va a
tener como consecuencia que la literatura alemana medieval se nutra de asuntos
de la literatura francesa, en particular los de las novelas caballerescas del
ciclo artúrico.
El rey bretón Artús o Arturo ya
se había convertido en una figura mítica y legendaria cuando, en la Edad Media,
sus hazañas y la creación de la tabla redonda se transformaron en argumentos de
numerosas obras literarias. Elizabeth Frenzel observa que si bien al comienzo
el personaje de Arturo ocupaba el centro del relato, poco a poco la épica
artúrica fue extendiéndose hasta convertirse en un amplio complejo de temas y
motivos, en el que se incluyen las aventuras de los caballeros de su corte y
sus luchas en defensa de doncellas prisioneras o encantadas. Todo ello
contribuyó a dar al asunto “un carácter aventurero e irreal” (Frenzel, 1994:
42). Por otra parte, los primeros adaptadores del asunto en Francia y Alemania
convirtieron las simples narraciones de las aventuras de los caballeros del rey
Arturo en poemas épicos con carácter de novelas pedagógicas simbólicas.
La épica artúrica francesa alcanza su plenitud con
la obra de Chrétien de Troyes, quien contribuyó a la difusión del asunto
artúrico en Europa con sus novelas caballerescas Erec, Lancelot, Yvain,
Perceval. El mérito de Chrétien consiste en el desarrollo de una amplia concepción narrativa capaz de
interpretar el mundo y esbozar una imagen ideal del hombre y de la convivencia
humana que resiste los desafíos espirituales, sociales e históricos de su
época. En los relatos de Chrétien confrontan un ideal de sociedad cortesana
representado por el grupo reunido alrededor de Arturo, cuya imagen es la tabla
redonda, y un mundo exterior amenazante que perturba la armonía del ideal
caballeresco. Por lo general es siempre un individuo, no la corte ni un
ejército, el que presenta el desafío. El caballero necesita la aventura, ya sea
que se le presente o la busque, para probar su habilidad y su audacia. En la
aventura se da un progresivo descubrimiento del yo que se revela, en primer
lugar, en el mundo y en distintas experiencias de la sociedad como la lucha y
el amor. Por otra parte, la novela artúrica busca también interpretar la
manifestación de Dios en los acontecimientos del mundo.
Las novelas artúricas de Chrétien, Erec e Yvain, pasaron enseguida al alemán en las versiones de Hartmann von
Aue (1168-1210). La historia de la novela artúrica y, a la vez, la de la novela
cortesana, comienza en Alemania con Erec
de Hartamnn von Aue. De este modo, es la primera novela de Chrétien la que
introduce el género en Alemania. Su modelo narrativo y su concepción a nivel
del sentido determinan desde su inicio la novela cortesana alemana. Algunas
obras de Hartmann llevan como título los nombres de los caballeros
protagonistas, Erec e Iwein, que coinciden con los de Chrétien, a quien el
poeta alemán sigue muy fielmente, en algunos casos prácticamente traduce en
forma literal.
Eric Köhler ha señalado que “en
la progresiva espiritualización de la búsqueda de aventura se refleja, la
impenetrabilidad de las relaciones políticas y sociales que llevan a la crisis
de alrededor del 1200”. La “sublimación escatológica de la pretensión de
conducción de los caballeros feudales” (kohler,
apud, Grubmüller, 1988: 230) elige su lugar simbólico en el Grial y en el
reino de una caballería sacra que se halla bajo su signo.
En Perceval
o el Cuento del Grial, Chrétien
vincula por primera vez la temática artúrica con Perceval y la búsqueda del
Grial. Este argumento es tomado por el poeta germano Wolfram von Eschenbach
(1170-1230), quien finaliza la historia que había dejado inconclusa Chrétien.
El Parzival de Wolfram se basa en el Perceval de Chrétien de Troyes, pero
entre uno y otro existen notables diferencias que el propio Wolfram se encarga
de destacar.
Wolfram señala como fuente principal de su obra a Kyot de la
Provenza, cuya existencia, sin embargo, no ha podido ser confirmada. Según
Ulrich Müller, Wolfram sigue en líneas generales el argumento de Chrétien, pero
introduce tantas modificaciones que su Parzival ha llegado a ser una obra nueva
y autónoma (Müller: 240). Sin embargo, la obra del autor francés contiene ya el
planteo de cuestiones fundamentales que adquieren mayor
profundidad en la obra alemana. La novela de Wolfram tiene, al igual que su
modelo, dos héroes principales: Parzival y Gawan y se desarrolla en dos
espacios centrales: el mundo del Grial y la corte del rey Arturo. Wolfram
introduce un tercer espacio: el mundo de Oriente. En su conjunto, la novela se
desenvuelve en un mundo maravilloso y fantástico configurado a partir de un
tiempo indeterminado, de una geografía fantástica y de imprecisas referencias
históricas.
La novela de Wolfram presenta un gran cosmos, en
tanto la historia se desarrolla a través de tres generaciones y aparecen gran
cantidad de personajes que, si bien no todos se constituyen en
individualidades, tienen al menos una historia propia. Por otra parte, a lo
largo de la narración se va descubriendo una red de parentescos que
inicialmente se desconocen.
El relato se inicia con la
historia de Gahmuret, padre de Parzival. La narración de los hechos previos a
la aparición del héroe no se encuentra en la obra francesa. Gahmuret se casa
con una mora, la reina Belakane, y tiene un hijo con ella: Feirefiz. A su
regreso a Gales, se casa con Herzeloide y concibe a Parzival. Feirefiz, el
pagano, y Parzival, el cristiano, representan los mundos de Oriente y Occidente
respectivamente. Cuando se entera de la muerte de Gahmuret, Herzeloide decide
criar a Parzival en el bosque, alejado de la influencia del mundo de la
caballería; le oculta su origen y lo mantiene apartado de los acontecimientos que
se desarrollan en el mundo exterior.
Por azar, Pazival se encuentra
con unos caballeros en el bosque y el deseo de ser uno de ellos se apodera de
él. Como en una ocasión le había preguntado a su madre qué era Dios y ésta le
había respondido que Dios era “más luminoso que el día” (76), confunde a los
caballeros con Dios por la luminosidad de sus armaduras. Ante la imposibilidad
de hacerlo renunciar a su deseo, Herzeloyde lo viste con ropas de necio. El
ingenuo héroe abandona a su madre y parte rumbo a la corte del rey Arturo para
convertirse en caballero. A causa de su partida, Herzeloyde muere de dolor.
Después de algunas aventuras, Pazival llega al
castillo del Rey Arturo. En la corte todos se ríen de él, ya que no posee armas
ni armadura, y ni siquiera recuerda su nombre. El héroe sigue su camino y se
encuentra con Ither, caballero del rey Arturo al que mata y despoja de su
armadura y su caballo. Parzival llega así a lo del viejo caballero Gurnemanz
que le da una cálida bienvenida. El camino de Parzival está signado por
numerosas aventuras y significativos encuentros con personajes que tendrán gran
influencia en su evolución personal. El primero de ellos es el anciano
Gurnemanz. Aquí Parzival sigue el consejo de su madre, quien le había dicho que
se dejara instruir por quien tuviera cabellos canos (95). El caballero
Gurnemanz no sólo le enseña cómo usar las armas y lo instruye en las prácticas
propias de la caballería, sino que también le da una serie de consejos morales.
Particularmente dos de ellos habrán de influir trágicamente en el destino del
inexperto joven. Gurnemanz le aconseja que se compadezca de los que sufren y
que no haga muchas preguntas (98).
Luego de permanecer un tiempo
junto a Gurnemanz, Parzival parte en busca de nuevas aventuras. En una de
ellas, libera a la joven reina Condwiramurs y se casa con ella. Parzival ha
llegado a una de sus metas: ya es un caballero y ha obtenido la dama. Luego de
un tiempo deja a su mujer y emprende nuevamente viaje. Sin saberlo, se dirige
hacia la aventura central de su vida.
Llega a un lugar extraño en el que se encuentra el
castillo del Grial, Montsalvage. La tristeza caracteriza al castillo y a sus
habitantes. Ante los ojos de Parzival se desarrolla una pomposa ceremonia. La
reina Repanse de Schoye se presenta con un extraño objeto llamado
“Grial” del cual se dice que es “el fruto de la felicidad, el cuerno de
la abundancia de todos los placeres del mundo” y que “se acercaba mucho a lo
que se dice del reino de los cielos” (129).
Siguiendo las prescripciones de Gurnemanz, omite
hacer la pregunta por el sufrimiento del Rey Amfortas, pregunta que era
esperada por el rey pues ella habría de curarlo de su enfermedad.
Por la noche, observa cómo el
Grial, al que no reconoce como tal, es transportado en una procesión a través
de las habitaciones del castillo. Cuando se despierta a la mañana siguiente,
encuentra al castillo transformado y abandonado. Cabalga hasta el castillo del
rey Artús para encontrarse con los caballeros de la mesa redonda, de cuya
comunidad forma parte. Durante una comida aparece la hechicera Kundry, quien lo
acusa de no haber sido capaz de compadecerse del sufrimiento del rey del Grial,
hermano de su madre. Parzival, al enterarse del incumplimiento de su misión, promete
no tener alegría hasta volver a ver el Grial. Se da entonces otro encuentro que
ha de ser decisivo para el destino del héroe: se encuentra con Trevrizent, un
anciano ermitaño hermano de su madre y de Amfortas, quien lo pone en
conocimiento de todo lo relativo al Grial. Le dice que es una piedra de
absoluta pureza que da al hombre vida eterna siempre que se la mire una vez por
semana. Junto a Trevrizent, Parzival encuentra expiación y respuestas a sus
preguntas. Experimenta una profunda transformación interior y se reconcilia con
su hermano Feirefiz. Con este nuevo conocimiento adquirido, Parzival parte a la
búsqueda del Grial.
Después de haber pasado por
diferentes pruebas y batallas, Parzival llega nuevamente al castillo de
Amfortas. En esta segunda visita, ya ha adquirido el conocimiento necesario
sobre el castillo del Grial y, cuando se encuentra por segunda vez con
Amfortas, realiza la pregunta que ha de curarlo. Finalmente es nombrado rey del
Grial y se reúne con su mujer Condwiramurs. El héroe ha llegado al final de su
viaje.
Paralela a la historia de Parzival, se narra la del
sobrino del rey Arturo, Gawan. Él también pertenece a la mesa redonda y debe
experimentar una serie de aventuras en defensa de su honor caballeresco y al
servicio del amor. Gawan, alentado por las palabras de Kundry, parte a buscar
el castillo de Klingsor con el fin de salvar a las cuatrocientas jóvenes
vírgenes que allí se encuentran. Al igual que Parzival, también él tiene que
pasar por una serie de pruebas y peligros hasta que finalmente logra ser el
señor del castillo. A diferencia de Parzival, Gawan se desenvuelve íntegramente
dentro del ámbito caballeresco. Es el perfecto caballero que, a través de la
lucha, demuestra su valor, logra gloria, el favor de las damas y ocupar un
lugar en la tabla redonda. Gawan personifica el ideal caballeresco de la época
con sus reglas y códigos, su realización se concreta en el plano mundano. El
paralelismo que hay entre el destino de Parzival y el de Gawan sirve a la
construcción de una imagen más completa de la caballería. Parzival es más
profundo, mientras que Gawan es más superficial. Gawan también realiza un
proceso de perfeccionamiento que lo lleva a la posesión del castillo
maravilloso que es la contrafigura del castillo del Grial. Pero en Gawan no hay
una interiorización del proceso, sino que se mantiene desde el principio hasta
el fin en su actuación exterior, en el mundo de la caballería. Como han
observado Emma Jung y Marie-Louise von Franz, mientras Parzival “se preocupa
espiritualmente por un constante desarrollo de la conciencia”, Gawan “se mueve
por senderos ya preestablecidos”, “representa una etapa previa de Parsifal”
(2005: 182). Sobre todo se ve la diferencia de los dos héroes en su trato con
las mujeres. Parzival elogia el matrimonio y considera que éste da una gran
felicidad y que es la condición fundamental para el orden de las relaciones
sociales. En esto Parzival se opone a la esencia del amor cortesano, que no
presta mucha atención al matrimonio.
Al asociar el ambiente
caballeresco de la Tabla Redonda con el tema religioso del Grial, vínculo que
ya se encontraba en la obra francesa, Wolfram marca los dos caminos por los que
debe transitar el héroe para llegar a su perfección. Por un lado, el que tiene
que ver con lo exterior, el mundo de la caballería, el devenir de Parzival
desde sus inicios hasta llegar a ser un perfecto caballero; por el otro, el
interior, el religioso que lo lleva a la reconciliación con Dios. En este
sentido, Frenzel señala que “el ethos
del Grial supera al del círculo de Arturo, pero no lo destruye” (Frenzel, 1994:
43). A través del Grial la obra no se mantiene estrictamente en el ámbito de
los ideales caballerescos, sino que adquiere un sentido simbólico que lleva a
un plano espiritual superior.
Friedrich Heer, al referirse a la
novela cortesana, apunta que “la gran poesía novelística en lengua vulgar desde
Chrétien de Troyes [...] hasta Wolfram von Eschenbach en Alemania, es
iniciación, conversión, introducción a una vida más madura, más humana y más
divina”. Con respecto a las obras de Chretien agrega que “son intentos de
exponer un proceso de desarrollo de la interioridad del hombre”. Destaca también
la profundidad psicológica que se encuentra en estas novelas en las que se
tiene en cuenta “la vida, las fuerzas vitales, las capas profundas de la
personalidad” (Heer, 1963: 202).
Parzival debe recorrer un camino
de evolución interior que parte de un total desconocimiento de Dios hasta
alcanzar plenamente la gracia divina. Sigue una serie de pasos que se van dando
gradualmente en esa aproximación cada vez mayor a la meta que se busca y que
establece una estructura determinada en esa progresión. Pero no se trata de un
problema individual, sino que atañe al hombre en general.
La novela comienza con un extenso
pasaje en el que se plantea una cuestión fundamental de la obra:
Si la duda anida en la vecindad del corazón, habrá
de nacer amargura en el alma. Si se unen, como los dos colores de la urraca, el
valor intrépido del hombre y su contrario, todo será a un tiempo laudable y
deshonroso. Quien duda puede estar contento, pues el cielo y el infierno forman
parte de él. El inconstante está teñido de negro y termina en el negro color
del infierno. En cambio, quien se rige por la constancia se guía por el
luminoso color del cielo (23).
El poeta señala que todo acto humano contiene al
mismo tiempo oscuridad y luz, sus partes blancas y sus partes negras. Por consiguiente,
cada acción tendrá buenas o malas consecuencias y, por eso, es mejor actuar
correctamente. Cuando el hombre comienza a dudar, surge en él un sentimiento de
deslealtad, pero también de gracia. Este estado es similar al de la urraca que
es mitad blanca y mitad negra. Cada momento de la vida humana contiene, al
mismo tiempo, la oscuridad del infierno y la luz del cielo. El héroe debe pasar
por tres estadios: en primer lugar debe salir lentamente del desconocimiento o
la inconciencia, luego debe experimentar el sufrimiento que trae consigo la
duda y finalmente debe llegar a la revelación. La imagen blanca y negra de la
urraca es un Leitmotiv que recorre
toda la obra. Al comienzo de la novela, el padre de Pazival defiende a la que
será su primera mujer de un ejército blanco y negro. La reina tiene un hijo que
es blanco y negro, Feirefiz, el medio hermano de Parzival. Parzival le pregunta
a su madre: “¿Qué es Dios?”. A lo que ella le responde que es “más luminoso que
el día y se convirtió en la misma imagen del hombre” (76). Pero la madre no
sólo le habla de Dios, sino que también le menciona al demonio “que es el señor
de los infiernos.
Es negro y traicionero. Wolfram insiste en este
motivo, particularmente siempre que se refiere a Feirefiz destaca que es blanco
y negro a la vez. En la estructura misma del relato se encuentran justamente
repartidas la luz y la sombra, no se encuentra contradicción ni en los
personajes ni en los hechos. Es significativo que Wolfram traduzca el nombre de
Parzival por “el medio, entre los opuestos del blanco y el negro” (85).
Mientras Feirefiz simboliza la unión de dos principios aparentemente
contradictorios, Parzival se encuentra en el medio de ellos. Johannes Klein se
refiere a la obra como “la historia de un hombre entre el bien y el mal” (1974:
50).
Por otra parte, como ya se ha señalado, la figura
de Feirefiz remite a Oriente, esas “lejanas tierras paganas” donde lo concibió
y murió su padre. Y hacia el final de la obra, luego de enfrentarse con él,
finalmente Parzival lo reconoce como hermano. Por este medio Wolfram une la
tradición occidental con la oriental. La presencia de Feirefiz al final de la
búsqueda de Parzival simboliza los esfuerzos realizados por éste para reunir
ambas tradiciones: la cristiana y la pagana. Por otra parte, el final coincide
también con el reencuentro de todos los que a través de la obra se han ido
revelando como familiares: hermanos, primos, tíos, etc.
De la ignorancia inicial de lo que es Dios,
Parzival pasa al sufrimiento que le producen la culpa y la duda. De manera
involuntaria, por su falta de experiencia, Parzival comete acciones malas: con
su abandono causa la muerte de su madre, mata al caballero Ither, demuestra
indiferencia y falta de compasión ante el dolor del rey Amfortas. La hechicera
Cundry, presentada como un ser monstruoso, es quien le advierte que ha actuado
contra Dios. Le reprocha el haber pecado con su silencio y que, por ello, “el
cielo lo ha condenado al infierno” (162). Ante esto, Parzival se aleja de la
corte del rey Arturo. El joven héroe todavía no ha descubierto a Dios pues
vuelve a preguntar: “¿Qué es Dios? Si fuera todopoderoso y pudiera mostrar su
poder, nos habría librado de esta deshonra. Le he servido con devoción desde
que sé de su Gracia, pero ahora dejo de hacerlo. Si Él me odia, lo aceptaré”
(168-169). Es el momento en que se presenta la duda. Parzival duda del poder de
Dios, sin embargo está dispuesto a soportar su odio. Klein señala cómo en esta
situación de duda y de alejamiento de Dios, permanece en su corazón una luz que
lo mantiene en el camino del bien (1974: 49). Es ahora cuando Parzival
comprende qué es el pecado y puede iniciar un camino de expiación.
Hay que recordar que la madre,
cuando le habla de Dios, introduce otro concepto fundamental para la
experiencia de Dios de Parzival. Herzeloyde le dice: “Rézale cuando estés en
apuros, pues su fiel amor siempre ofreció su ayuda a los hombres” (76). Plantea
aquí la cuestión de la lealtad de Dios hacia el mundo. Para quien es fiel su
alma se encuentra en armonía y equilibrio y sabe cuál es su misión. Esta paz
interior se ve quebrada por la duda, que no deja ver con claridad cuál es la
meta.
Ya antes del encuentro con el ermitaño que habría
de orientarlo en su búsqueda de Dios, seguramente no por azar un Viernes Santo,
Parzival comienza a confiar en Dios y se pregunta: “¿Y si Dios me ayudara a
vencer mi tristeza?” (223). Y deja que su caballo lo lleve a donde quiera la
voluntad divina. De este modo llega a lo de Trevrizent de quien aprenderá los
misterios del Grial. Las primeras palabras que Parzival le dirige –“¡Aconsejadme!
Soy un pecador” (225)– remiten a la transformación que se ha operado en el
protagonista. El diálogo entre los dos toma la forma del sacramento de la confesión,
ya que Parzival hace un recuento de sus pecados desde que mató al caballero y
le robó su caballo y su armadura. Trevrizent, quien está expiando las culpas de
su hermano el rey Amfortas, le habla de Dios y de la confianza que el hombre
debe depositar en él. Acentúa particularmente, por un lado, el tema
de la lealtad: el hombre no debe vacilar, “pues Dios es la propia
fidelidad” (228); por el otro, la simbología de la luz para referirse a Dios
(229). Además, le habla extensamente sobre el Grial, donde todos los Viernes
Santos una paloma deposita una pequeña y blanca hostia (231). Finalmente le
aconseja cuál ha de ser su conducta ante Dios. En el momento en que Parzival se
pone en las manos de Dios comienza su conversión. En el reconocimiento de su
culpa se da el cambio interior decisivo. El cambio significa para él expiación.
La transformación de Parzival se ha dado en un sentido eminentemente cristiano
que implica pasar de una vida alejada de Dios al reconocimiento de los pecados
y aceptación de la penitencia confiando en la lealtad de Dios hacia el hombre.
El anuncio de Cundry de que Dios le concede su gracia, pone fin a los pesares
del héroe. Se acaban también el dolor y la tristeza que reinaban en el castillo
del Grial. Sólo en el desenlace Parzival llega al encuentro con Dios.
El Grial, centro del relato de Wolfram, es un
objeto complejo en su simbolismo. Para Heer “el Grial es un símbolo de la mujer
y de la madre” (1963: 204). No hay dudas de que la figura de la madre es de
gran significación en la novela. El camino del desarrollo exterior e interior
del héroe se inicia cuando éste abandona a la madre. Sin embargo, Parzival la
tiene siempre presente en su corazón. De acuerdo con Heer, el encuentro con el
Grial es también el encuentro con la madre. Más aún cuando al final todos se
descubren pertenecientes a una gran familia cuyos vínculos se han ido develando
a lo largo de la obra, los que en un primer momento se habían presentado como
extraños acaban siendo familiares. Para Klein el Grial tiene que ver con “el
verdadero desarrollo del yo” (1974: 59), es decir con el hombre que alcanza su
más plena realización. Desde una perspectiva cristiana, el Grial plantea el
problema de la compasión hacia los otros. En este sentido se inscribe el
carácter aleccionador del relato que Wolfram expresa directamente en el epílogo
y que le imprime un valor general o universal más allá de la historia
individual del héroe: “Quien termina su vida sin que Dios le haga perder su
alma por los pecados del cuerpo, y quien sabe además conservar con dignidad el
favor del mundo, no se ha esforzado en vano” (386).
En la representación del Grial
Wolfram se diferencia fundamentalmente de Chrétien en cuanto para él el Grial
no es un recipiente sino una piedra. De este modo, el Grial aparece en Wolfram
vinculado con el espacio simbólico de la alquimia, de gran importancia a nivel
psicológico. La concepción del Grial como piedra remite a la piedra filosofal
de los alquimistas y, al igual que ésta, tiene, entre otras cualidades, el
poder de proporcionar juventud y vida prolongada. De este modo, a través de la
identificación con la piedra alquímica el Grial se revela como un símbolo del
sí-mismo. En este sentido, el camino recorrido por Parzival “anticipa
simbólicamente el proceso de individuación del ser humano moderno” (Jung y von
Franz, 2005: 193). El poema de Wolfram se distingue así por la modernidad de su
profundidad psicológica.
Bibliografía
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argumentos de la literatura universal. Madrid, Gredos, 1994.
Heer,
Friedrich. El mundo medieval.
Guadarrama. 1963.
Grubmüller, Klaus. “Artus- und Gralromane” in Horst
Albert Glaser (ed.), Deutsche Literaturgeschichte. Eine Sozialgeschichte,
Reinbek bei Hamburg. Rowohlt Verlag, Bd. 1, 1988, S. 216-235.
Jung, Emma y von Franz, Marie-Louise. La leyenda del Grial. Desde una perspectiva
psicológica. Barcelona, Editorial Kairós, 2005.
Müller, Ulrich. “Wolfram von Eschenbach” in Horst
Albert Glaser (ed.). Deutsche Literaturgeschichte. Eine Sozialgeschichte,
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Salmerón, Miguel. La novela de
formación y peripecia. Madrid, A. Machado Libros, 2002. Wolfram von
Eschenbach. Parzival. Madrid,
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AUTOR
Massa, Adriana (2010). La leyenda artúrica en la literatura alemana : el Parzival de Wolfram von Eschenbach [en línea], Letras, 61-62, 67-74.
Documento recuperado de http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/leyenda-arturica-literatura-alemana-parzival.pdf
12 de marzo de 2016